21 de enero: Sólo los pobres tienen patria





21 de enero de 2002

Entrevista de Heinz Dieterich con Alexis Ponce, Vocero nacional de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, APDH del Ecuador.

Fuente: (REDH) Red Solidaria con los Derechos Humanos.




¿Cuál es tu interpretación del 21 de enero?

Hay varias lecturas. Yo sostengo que el 21 de enero fue una síntesis de pospuestas rebeliones sociales ocurridas en el Ecuador en las décadas de los ochenta y noventa. Hay una "olla de presión" social de más o menos dos décadas en la que mucho tienen que ver el desgaste de la política de ajuste estructural y el modelo de democracia formal impuestos en el país, por un lado; y por otro, el surgimiento, vertebrado y nacional, del movimiento indígena ecuatoriano, al que muchos consideramos el mas fuerte de América Latina. En los últimos diez años palpamos la recomposición de movimientos sociales tradicionales y nuevos, que aparentemente habían sido destruidos por la oleada neoliberal y, especialmente, sindicatos del sector público, maestros y grupos rurales excluidos del "desarrollo" de esas dos décadas. Por lo tanto, el 21 de enero es una síntesis de inconclusos procesos de transformación social y de luchas nacionales truncas: por una parte, es la expresión de diez años de crecimiento callado y sostenido de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, CONAIE, que han pasado de un discurso de reconocimiento de su identidad y de resistencia a los 500 años de la invasión europea y la opresión indígena, a un interesante y sostenido trabajo de organización en todas las comunidades indígenas, para luego concentrarse en las reivindicaciones propias de su sector y pasar, en el año 2000, a las urbes y cuestionar el poder establecido para optar por el poder para el pueblo, en un marco de accionar indígena cada vez mas global, nacional y maduro.

Por otro lado, el 21 de enero del 2000, que concluye con el derrocamiento de Mahuad y un recambio oligárquico de vieja data, es un movimiento de continuidad histórica: continúa una anterior rebelión social secuestrada por las élites dominantes, la del 5 de Febrero de 1997 que tumbó a Bucaram e impuso otra salida oligárquica. En ese entonces hay en Ecuador una rebelión social, iniciada y sostenida precisamente por los indígenas en las carreteras de la sierra del país, pero a diferencia del 21 de enero, la rebelión del 5 de febrero no cuenta con participación militar visible y directa. También tiene otro aspecto distintivo: si bien son los indígenas y los estudiantes los que empiezan la insurrección pacífica contra Bucaram, son los grupos urbanos, las capas medias y los movimientos sociales de las ciudades, así como los partidos políticos de todas las tendencias y los "mass media", los que juegan un papel protagónico. En definitiva, son las poblaciones urbanas las que potencian la insurrección pacífica del 5 de Febrero, que fue finalmente requisada y manipulada por la partidocracia conservadora del país, que logró que la rebelión se agote en un simple recambio de los operadores del sistema.

Si te pones a mirar al Ecuador mas detenidamente desde 1997 al 2000, te puedes dar cuenta que el movimiento indígena tuvo una visión implacablemente objetiva de la realidad, coherentemente legítima. Antes del 5 de Febrero del 97, el sistema les había retado a que participen en elecciones y en el erosionado juego democrático. Lo hicieron, y con su brazo político Pachakutik ganan elecciones locales, obtienen diputados y alcaldes, y forman parte del "esquema normal" de la democracia representativa. Sin embargo, no pasa nada con la resolución de sus problemas históricos y los del país. El 5 de Febrero, éllos y otros sectores sociales y políticos de izquierdas, se ven obligados a acudir a la única salida -la salida oligárquica- que el propio sistema inventa y les permite: tumbar a Bucaram a través de una resolución del Congreso, que le declara incapacitado mental para ejercer la presidencia. Esa salida es apoyada por la CONAIE, los grupos sociales, el "establishment", por todos nosotros. ¿Pero qué ocurre? Esa rebelión concluye cuando las fuerzas políticas que representan a las élites dominantes, son las que determinan el recambio de Bucaram por Fabián Alarcón, otra ficha del desgastado sistema político criollo. Entonces sucede lo previsible y que jamás percibieron, en su lectura prepotente y superficial de lo sucedido el 5 de febrero, las élites y los "mass media": una gran indocilidad civil y un profundo cuestionamiento empiezan a emerger desde lo mas organizado de la sociedad civil popular, es decir desde la CONAIE, los sindicatos públicos y otros grupos sociales, quienes reflexionan respecto de la estrategia, los métodos empleados y la salida vista en el 97. En el 2000, dada esa experiencia, éllos ya no podían acudir al desgastado y corrompido Congreso Nacional a pedirle que fuera el "gran árbitro" resolutivo de la crisis, sino que, esta vez, había que tomarse el Congreso para impugnar a todos los poderes del Estado, es decir a todo el sistema y no sólo a una de sus partes. No podían repetir el error de febrero del 97 y por eso, todos esos sectores sociales que emergen vigorosamente en los noventa y que son traicionados el 5 de febrero del 97; el 21 de Enero del 2000, sin coordinación operativa ni unidad estratégica, ocupan -simbólicamente- el Palacio Legislativo, el Palacio de Justicia y el Palacio de Carondelet, que es la sede del gobierno central.

El elemento fundamental y nuevo en este proceso ascendente de lucha social en el Ecuador, es la alianza táctico-estratégica con los militares, pero hay otro aspecto positivo en el que pocos reparan: un proceso acelerado -desde 1997 al 21 de enero del 2000- de crecimiento organizativo y de respuestas políticas de la llamada "sociedad civil", los grupos sociales y fuerzas populares, una de cuyas innovadoras expresiones sería el Parlamento Nacional de los Pueblos del Ecuador, que fue la cúspide piramidal de parlamentos populares a nivel cantonal y provincial, organizaciones de coordinación social desde la base, una especie de "soviets posmodernos" que también asumen la dirección local de esa lucha el 21 de enero.

Varios analistas han cuestionado la estrategia del 21 de enero bajo la perspectiva de que "el poder no se toma, sino que se construye desde abajo", tesis que la comparto plenamente. Pero sostengo que ni siquiera "se tomaron el poder", sino que hicieron una "toma simbólica" de sus representaciones: el Congreso, el Palacio de Justicia y el Palacio de Gobierno. Además, los momentos que se vivían eran tan veloces que ni siquiera hubo decretos oficiales de las juntas declarando lo que la gente espera y clama: no sólo las medidas primeras, sino ese "ritual" que acompaña a todo poder, la simbología profunda de una asunción de mando. En la calle, en las afueras del Palacio de Gobierno, en sus casas mirando la televisión, todos anhelaban los primeros decretos de respuesta a las demandas urgentes que el país esperaba: por ejemplo, el fin de la dolarización; el cierre del Congreso y la asunción del nuevo Parlamento popular; la detención de Mahuad, los generales, otros politicastros, jueces y banqueros corruptos que desataron esta cólera popular, la confiscación de sus bienes; el cierre de la base de Manta y el rechazo explícito del nuevo gobierno al Plan Colombia; y, sobre todo, la devolución de los dineros a los cuenta-ahorristas del país, víctimas del congelamiento bancario neoliberal que afectó a mas de 4 millones de personas, y por último el llamamiento a que la población ocupe pacíficamente las empresas y medios de comunicación vinculados, es decir los bienes, canales de televisión, radios y diarios de propiedad de los banqueros corruptos. Pensamos que estas medidas políticas y sociales hubiesen amplificado más el mensaje simbólico de ese "gobierno nuevo y popular" ante el imaginario social, y hubieran permitido generar alianzas mayores para desarrollar el movimiento a nivel nacional con la magnitud que evolucionó en Quito. La pelea, sobre todo, fue de la Sierra y la Amazonía, pero faltaron muchos sectores de la Costa, aunque el levantamiento social alcanzó magnitud considerable en Guayaquil y Manabí.

No fue un proceso del todo democrático, aunque ninguna revolución sea "democrática" en el sentido formalista que a esa palabra le asigna el sistema. Los actores protagónicos del 21 cometieron errores y evidenciaron vacíos que, a la larga, juntados a otros factores objetivos y subjetivos, determinaron lo que ocurriría en la medianoche. Creo que, fundamentalmente, hubo sectarismo y exclusión, ya ni siquiera con las capas medias que podían ser potenciales aliadas del movimiento, sino con capas populares y organizaciones sociales similares y afines a su causa. Sospecho que en ese sectarismo excluyente tuvieron un rol definitorio los acuerdos previos a los que llegaron dirigentes sociales y el Generalato, que podría sintetizarse en un dicho: "siempre y cuando no permitan que se les unan los sindicatos tradicionales, ni la izquierda marxista y maoísta, nos aliamos". En esa visión acelerada y debido a la praxis rápida de los acontecimientos, se pierde tiempo, espacios geopolíticos y alianzas valiosas. Por ejemplo, si en las tres insurrecciones previas que tuvimos en marzo, julio y septiembre del año 99, los indígenas fueron aclamados multitudinariamente por la población cuando llegaron a pie hasta Quito, en enero del 2000 eso no sucede. La población de la capital no participa con el mismo entusiasmo, ni hace presencia mayoritaria como en el pasado, sino que son fundamentalmente indígenas los que se apoderan estratégicamente de las zonas de control y de los escenarios simbólicos de poder en Quito: los movimientos sociales urbanos no movilizan grandes masas, sólo los indígenas. Pero como se excluye a otros sectores sociales y políticos y no se trabaja previamente en los barrios de Quito para operativizar los anillos sociales de protección insurreccional, el escenario de protesta es el corazón geográfico y político de la ciudad capital: la zona que rodea al Congreso y la Corte Suprema de Justicia. Y, por otro lado, los militantes mestizos (mishus) aliados de la CONAIE, e incluso algunos de sus cabecillas, se niegan a todo acercamiento operativo y estratégico con otros sectores "tradicionales" de la lucha popular. Un caso, los sindicatos de las grandes urbes, como los integrados en el Frente Unitario de Trabajadores -FUT- o los profesores y estudiantes del Frente Popular, no son incorporados explícitamente a este proceso, sino mas bien marginados.

Hay otro problema: la conformación disímil de algunos parlamentos populares en las provincias. Me da la impresión que, en general, los parlamentos también se nutrieron de ese vicio de las dirigencias nacionales, es decir la intolerancia política. El parlamento de Guayaquil, por ejemplo, me parece que no surge desde abajo ni horizontalmente, sino desde arriba y casi verticalmente. Se reúnen personajes de la oposición y conforman esta instancia, pero no cuentan ni con una gran alianza político social en esta provincia ni con una base social de apoyo sustancial en la Costa del país, apoyo que -paradójicamente- darían los sectores excluidos por los indígenas y movimientos sociales, organizados en el Frente Patriótico, que fue una instancia de alianza coyuntural del FUT y el Frente Popular. Ellos realizan la toma insurreccional de la Gobernación del Guayas, provocan la célebre huida del autoritario intendente mahuadista y hasta se perciben expresiones armadas aisladas. El Dr. Carlos Solórzano, ex-presidente de la Corte Suprema de Justicia, fue precisamente uno de los que conforman el parlamento popular en Guayas y luego integra el triunvirato. Había mucha gente de los sectores sociales pobres, capas medias y pequeños empresarios, que estaban a la expectativa de apoyar el proceso desatado por la CONAIE. Pero la inclusión no consensuada ni consultada del Dr. Solórzano en las Juntas, les hace bajarse de ese tren veloz que fue el levantamiento, aunque los dirigentes sociales han explicado en sus reuniones que se requería una figura pública de la Costa y, más concretamente, de Guayaquil, y que él fue el único personaje que aceptó la propuesta, que otros sectores a los que acudieron previamente, les negaron. Finalmente, lo más elocuente del levantamiento es su desenlace, es decir, el que deciden entregar esa coyuntura importante a los generales.


¿Cuál fue el papel de los medios?

Fíjate en el contraste: el 5 de febrero del 97 "todo el mundo" pelea contra Bucaram. Pelean los movimientos sociales, los indígenas, los sindicatos, pero también la gran prensa, la jerarquía católica, la embajada estadounidense, el alto mando de las FF.AA.; es decir, el bucaramismo logra lo que ningún gobierno había logrado en décadas: catalizar en su contra una amplia gama de alianzas opositoras. Los medios juegan los días previos al 5 de febrero un papel visiblemente subversivo y conspirador, porque ayudan a convocar a la protesta y a movilizar la rebelión de manera pública. Nos dieron gran cobertura a las organizaciones sociales. El 21 de enero las cosas cambian. Ya no son las capas medias ni las élites las que conducen el proceso, sino fuerzas distintas. Por eso los "mass media" se cierran absolutamente a toda posibilidad de información y legitimación de la protesta, como sí lo hicieron el 5 de febrero, y en cambio se lanzan desde el primer momento, desde que se conoce la ocupación del Congreso, a realizar todos los esfuerzos posibles para neutralizar a la población; a erosionar el levantamiento y a destrozar la imagen de los indígenas y los coroneles. Dos canales de televisión realizan una especie de "cadena nacional de la Contra" desde los inicios de la insurrección: por un lado reciben decenas de llamadas telefónicas que son transmitidas al aire públicamente, hechas por los jefes de los cuarteles que "informan" que todos y cada uno de los regimientos "están tranquilos" y que "sólo un grupúsculo de capitanes y coroneles está con los indios en el Palacio Legislativo". Ese es un trabajo tremendamente negativo que logra, efectivamente, en determinado momento, distraer y neutralizar a una buena parte de la población. Ninguna de las fuerzas actuantes en este movimiento son propietarias de un sólo medio de comunicación, no tenían una voz propia que les permitiera dar dirección al proceso y organizar apoyos sociales, políticos y "de opinión". Mucha falta hizo un Marcos, pues el 21 de Enero no tuvo un líder carismático que entendiera el papel de la información y la mediación informativa, que generara opiniones rápidas y conquistara a los mismos espacios de los "mass media".


¿Por qué no estaba previsto la ocupación de la televisión y de las radios?

Los dirigentes sabrán el por qué. Algunos participantes del levantamiento que no teníamos cabida en el pastel ni protagonismo público alguno, empezamos a maquinar esa idea en la cabeza, pero demasiado tarde. Es mas, yo recuerdo que mientras la APDH y otra entidad de DDHH monitoreábamos la lucha y enviábamos mensajes masivos por fax e internet para que en el ámbito internacional se conociera la otra versión de los hechos, que no se trataba de una "dictadura" sino de un movimiento nacido profundamente desde abajo, solicitamos hablar con los dirigentes sociales y de la CONAIE para sugerirles que en marchas masivas zonales, procedieran las mismas bases sociales a tomarse las instalaciones de esos dos canales de televisión, Gamavisión y Telesistema, que habían sido públicos ejecutores de esa estrategia de propaganda negra. Pero, lastimosamente, en revolución los tiempos son veloces, y en este levantamiento no solo eran veloces sino absolutamente caóticos y desorganizados. Nunca se pudo establecer contacto con la CONAIE y los dirigentes sociales. El 19, el 20 y el 21 de enero había una fuerza social movilizable de alrededor de 15 a 20 mil personas en las calles de Quito, y ese momento la CONAIE, sobre todo Antonio, tenían el poder de convocatoria suficiente para instruir la ocupación popular de los dos canales de televisión que se habían convertido en la punta de lanza de la contrarrevolución, es decir de la anti-rebelión, para ser mas preciso. Muchos medios y periodistas formaron parte de esa estrategia del poder, consciente o inconscientemente, y sólo muy contados medios, después de los sucesos del 21 de Enero, empiezan a analizar públicamente y a debatir a profundidad el tema indígena ecuatoriano, es decir, comienzan a ejercer una especie de callada autocrítica por el atávico desconocimiento que, del problema indígena, mantuvieron por décadas comunicadores y medios. Antonio Vargas lo dijo de manera insuperable el 21: "nunca nos entendieron". Y ese mensaje no era sólo para los medios de comunicación, sino para todo el "establecimiento". En resumen, las puertas del Congreso estaban cerradas y sólo podían ingresar militares e indígenas. Los enlaces estaban absolutamente perdidos; es decir, nuestra gente de enlace que estaba adentro no tenía contacto con los que estábamos peleando afuera, en los alrededores.


¿Después de tomar el palacio, las bases no pudieron entrar?

Las bases indígenas sí, y también los dirigentes de los movimientos sociales. Pero otros sectores sociales que participaron en el mismo levantamiento, no. Muchos de ellos fueron impedidos de ingresar.


¿Quién lo impidió?

Creo que ahí hubo dos autorías. Una obedece al papel jugado por los canales vinculados de televisión, que logran mediatizar, neutralizar y en algunos sectores, inclusive, generar oposición de la población de Quito al levantamiento. Por eso no se da la misma expresión popular de apoyo que se vio durante las dos previas insurrecciones de julio y septiembre, cuando veinte mil personas salieron en el sur de la capital a apoyar la toma indígena de Quito. El 21 no se produce ese "Monimbo criollo" en el sur y la "Operación Chanchera" ecuatoriana -mi alusión a la toma del Palacio Legislativo realizada por los sandinistas en Managua- no tiene desenlace feliz, porque los grandes medios vinculados alteran con anticipación a la ciudadanía, e incluso a sectores organizados, sugiriendo que esta vez la toma de Quito sería la toma en contra de Quito y los mestizos. Pero, por otro lado, los militantes mishus del levantamiento también aportan lo suyo coadyuvando a esas exclusiones; impiden alianzas más amplias de la CONAIE con sectores nuevos y distintos y con los que éllos denominan sectores "viejos". Los sindicatos del sector público y los estudiantes, por ejemplo, quedan excluidos, cuando habían sostenido mas de quince días la bronca previa. Lo que pasa es que las fuerzas participantes eran de distintas tendencias políticas de izquierdas y entonces se da una cosa curiosísima que entre ellos minimizan: mientras el Palacio Legislativo es tomado por una de esas tendencias, es decir por las fuerzas de la CONAIE y los movimientos sociales; el Palacio de Justicia, que queda frente al Congreso, es tomado por militantes del Movimiento Popular Democrático, por socialistas y comunistas, y por sindicatos públicos. Nosotros en algún momento servimos de "puente" y sugerimos que actúen coordinadamente, que las tomas de los edificios públicos y zonas estratégicas se establezcan con un plan unificado de operaciones y que la marcha final hacia el Palacio Presidencial sea de todos; pero creo que el papel de los activistas mishus fue conflictivo, porque su sectarismo impide a la dirigencia indígena y social concretar veloces alianzas ese rato necesarias. Además se creó un ambiente sintomático de intolerancia racial, cuando varios militantes de base o mandos medios, mestizos e indígenas, lanzan el 20 de enero en algunas zonas de pelea en Quito, la chata consigna de que "los mestizos son burgueses", cuando se les culpa y ataca a transeúntes de clase media por llevar su clásico terno y corbata.


¿Quién lanzó esa consigna?

Nosotros fuimos testigos en las zonas aledañas al parque El Arbolito, donde acampaban las masas indígenas, que algunos militantes mestizos, en plena calle, provocaban esa miope "consigna de lucha". Y hasta justificaban su absurdo, siendo mestizos, en un hueco discurso etnocentrista. Ese también fue un factor que incidió en la aparición de conatos de violencia, golpes y miedos. El indígena tiene ritos, no son castigos corporales, sino castigos simbólicos que, al principio, eran una expresión muy bella, muy poética incluso; por ejemplo, nosotros fuimos testigos de uno de esos ritos simbólicos. Detenían a personas de terno y corbata que querían cruzar el impenetrable cerco indígena a esta zona estratégica de Quito y les hacían pasar al centro de un círculo humano, en donde simplemente debían danzar y gritar con ellos: "abajo Mahuad, abajo el Presidente". Luego les hacían quitarse los zapatos, pero no como una muestra de castigo corporal, sino porque el chamán -había un chamán en cada esquina de este sector cercado- le decía al burócrata de las funciones legislativa y judicial: "Hace tiempo que no tomas contacto con la tierra". Luego les hacía extender las palmas de las manos y les colocaba tierra, para decirles: "cuida esta tierra, tu tierra. No maltrates al indio, no seas corrupto, no cobres coimas", etc.. Ese rito se repitió en muchos lados el 20 de enero y fue bello y terrorífico a la vez. En otros sitios detenían policías descuidados y les hacían el mismo rito. El chamán, en lugar de castigarlo o golpearlo, después de preguntarle si sabía por donde sale el sol, o luego de ponerle tierra en las manos, le decía al oído: "ya vete en paz, esta vez no reprimas a tu pueblo". Pero cuando los "compañeros antropólogos", me refiero a los militantes blanco-mestizos, empiezan a radicalizar las manifestaciones de exclusión e intolerancia, entonces los castigos corporales se empiezan a dar. Eso, primero, crea el terror entre la población urbana, inclusive de la gente pobre que simpatiza con los indios; y, segundo, ese error es capitalizado inmediatamente por las fuerzas opuestas al movimiento. Si mal no recuerdo, la noche del 20 de enero pasaron en un canal de televisión "La venganza del planeta de los simios", la famosa película estadounidense que narra una rebelión de simios: los gorilas se rebelan contra la maldad humana, salen de sus prisiones y se toman el mundo dominado por los hombres. ¡Calcula el poder subliminal terrible de esta película, después del noticiero que informaba con fervor los excesos vistos en la tarde! Quiero decirte que había una serie de mensajes, de los cuales los dirigentes del levantamiento no se daban ni cuenta, pero que estaban allí.


¿Qué papel jugaron los chamanes?

Los chamanes acompañan al movimiento. No te olvides que Antonio es chamán y que muchos dirigentes de la CONAIE desempeñan, además de su papel político, un papel de liderazgo espiritual en la comunidad. No hay divisiones insufribles entre el líder social y el espiritual, como en el mundo blanco-mestizo. Ellos realizan los ritos previos en el ágora de la Casa de la Cultura para preparar a dirigentes y bases. Les hacen las famosas limpias e incluso cuestionan en nombre de todos, a los propios dirigentes y diputados indígenas. Les decían: "no defiendan al Congreso, en este momento estamos cuestionando el Congreso", y les hacían esta especie de llamamiento espiritual, una crítica amplificada en un espacio físico con diez mil personas de testigos y jueces. Ese es un evento impresionante, porque son otras las señales, los métodos, los contenidos y los lenguajes de éllos. Entonces, los mestizos permanecemos como extrañados, como asombrados de ver esa otra parte tan enriquecedora del levantamiento. Y, por último, no debemos olvidar que el levantamiento y su resultado fue "anunciado" por los chamanes con antelación. Dos volcanes de la serranía, el Pichincha en Quito, entraron anteriormente en actividad y el dia 20 de Enero en la tarde hubo luna nueva: son "mensajes" telúricos de la tierra, que enlazan naturaleza y proceso social. Esto les puede parecer una locura a los intelectuales blanco-mestizos, pero son "señales" respetadas e integradas a la lucha por la cosmovisión india.


La derecha y la vanguardia

Fue sintomático el papel de los "tótems" de la derecha ecuatoriana. El ex-presidente Febres Cordero, adalid de la oligarquía guayaquileña y representación de la ultraderecha ecuatoriana, pasa callado desde las 10 de la mañana, en que Lucio aparece en el Congreso, hasta las 10 y 11 de la noche del 21. Ya no es el bravucón que amenaza mensualmente con provocar incendios. Habla después, claro, habla un dia después, el 22 de Enero, pero en la ciudad de Guayaquil, no viene a Quito a "apoyar la democracia", y habla cuando ya ha pasado el peligro, y dice -creo que sin pensar en las consecuencias de su mensaje, que provocó mayores niveles de indignación en muchos mandos militares- que "si es que los indios y los militares se quedaban en el poder, el separaba a Guayaquil del Ecuador". Pero esas bravuconadas se dan posteriormente. Hay que interpretar este hecho, al igual que la actuación de los medios vinculados de comunicación y los acuerdos previos de los dirigentes sociales con los generales. Hay que analizar estos hechos mas fríamente y sobre todo con contenido autocrítico por parte de todas las dirigencias, porque es evidente que las bases estaban siguiendo el proceso que se vivía; pero quien debía conducirlo era su "vanguardia", que en la hora decisiva no lo pudo. Para decirlo en lenguaje leninista, el 21 tuvimos una "vanguardia" absolutamente heterogénea y tan diversa que no se sabía su composición, sus estrategias, sus visiones, como tampoco se sabe hasta hoy el papel que jugaron los líderes sociales, indígenas y militares en las reuniones previas al levantamiento del 21 de Enero, con los generales.


¿Regresará la coyuntura del 21?

Va a ser muy difícil que una coyuntura igual regrese; entre otras razones porque el imperio y sus cipayos criollos han aprendido más rápido como bloquear y neutralizar la unidad social y militar, y a controlar y dispersar los movimientos; y, también, porque en las luchas sociales hay tiempos de crisis y no solo de ebullición. Así como hubo esta oleada, hay una retirada. Esta lucha es cíclica y, evidentemente, luego nos encontramos en un período de reflujo. A todo tiempo de revolución le sigue un tiempo de contrarrevolución. Sin embargo, creo que hay que incorporar en los análisis y evaluaciones, no sólo al 21 sino al 22 de enero; aquí se habla del 21, pero se descuida el 22, que inaugura, en plena contrarrebelión, otro hecho muy valioso desde el punto de vista humano, social e histórico, y que fuera definido por nosotros y todos los coroneles como la nueva relación, de carácter estratégico, entre "adversarios antagónicos" del pasado. Nos referimos, primero, a los grupos sociales, como los sindicatos por ejemplo, que usualmente eran considerados, bajo la concepción de la "Guerra Fría" como enemigos del Estado en general, y de las Fuerzas Armadas en particular. Los indígenas tienen otra relación de historicidad en el país: las FF.AA. combatieron codo a codo junto a los indígenas en la guerra del Alto Cenepa, defendiendo la soberanía nacional. Y ese hecho selló un pacto de futuro. Y además no hay que obviar que las acciones sociales de desarrollo rural comunitario -que también estaban enmarcadas en la doctrina contrainsurgente de los Sesenta, por supuesto- les hizo muy sensibles a los militares ecuatorianos, porque les permitió tener un acercamiento mucho más directo con las comunidades indígenas y pobres del país. Pero sobre todo el 22, más que el 21 -la derrota más que el triunfo- marca el inicio de un acercamiento inédito en el mundo, entre nosotros, los activistas de los derechos humanos y los militares ecuatorianos, y ese hecho es consecuencia adicional del 21 de Enero, que sigue invisibilizado por las dirigencias sociales y políticas del país y, más aún, por las élites y la gran prensa que desconocen un hecho tan trascendental como ése. Para mí, ese hecho es una arista desconocida generada por el levantamiento, que debiéramos analizar todos en el país, y es un aporte innovador más del Ecuador a los procesos sociales y de cambio en América Latina y el mundo. Luego de que es detenido e incomunicado Lucio, a eso de las 7 de la mañana del 22, a las 8 ó 9 de la mañana se comunica con nosotros su esposa, Ximenita de Gutiérrez y después de élla, empiezan a llegar a las oficinas de nuestra agrupación una oleada enorme de familiares, hermanos, esposas e hijos de los coroneles, de los oficiales y soldados que participaron en el levantamiento. Ese momento, sin saberlo todavía ninguno de éllos ni de nosotros, se establece el inicio de una alianza estratégica en el Ecuador, de sentimientos, visiones y tareas mancomunadas que, por fortuna, duran hasta el dia de hoy. Es decir, aprendimos a vernos entre todos, tal y como somos. Para nosotros, por ejemplo, desde ese dia cobró mayor importancia el tema de la Nación y el Derecho a la Soberanía, tanto por lo del 21 de Enero, cuanto por la dolarización, las privatizaciones, por la base de Manta y el Plan Colombia. Estos son temas básicos y esenciales, como el derecho a la vida y el respeto al debido proceso, que permitieron unirnos a militares y activistas de derechos humanos en especial y, en general, a civiles y militares. ¿Quién podía pensar, tres años antes, que en el Ecuador el derecho a la soberanía, o el derecho a tener una Patria, iban a ser divisas prioritarias de la agenda de los activistas de derechos humanos mas comprometidos? Este cambio les debemos (¡y nunca les hemos dicho!) al levantamiento del 21 de Enero, a los indios, a los coroneles y a sus familias. Usualmente, el accionar tan arduo y peligroso de los activistas de DDHH ha sido para ponerle fin a la impunidad, entre ella la de las dictaduras militares de los setenta y ochenta, e inclusive hemos sido radicales en la lucha contra las guerras, por el pacifismo, en contra del terrorismo de Estado, los abusos y todo eso; pero hemos ampliado nuestra visión: siempre lucharemos por esos principios nuestros y universales, pero así como desde ese 21 y 22 de Enero empezamos la defensa permanente e incondicional, a capa y espada, de nuestros coroneles, tenientes coroneles, mayores, capitanes, tenientes, cabos y soldados del 21 de Enero, por ellos y por su lucha, por esta experiencia inolvidable que vivió el país, hemos incorporado para siempre en nuestras creencias y en el ethos institucional, el derecho a tener Patria, el derecho a la Soberanía, el derecho a defender la Nación, y la necesidad de forjar alianzas sólidas con los militares ecuatorianos comprometidos con el cambio del país y la defensa de los pobres. Por otro lado, nuestros soldados del 21 de Enero y sus valientes familias también se dieron cuenta, a partir de ese 22, que los activistas de derechos humanos no éramos los "cucos que defienden subversivos y delincuentes", sino que éramos hombres y mujeres sin ningún interés material y sin ninguna ambición política, sin compromiso con ningún poder, y que, simplemente, estábamos dispuestos a morir por la vida y la libertad de los soldados ecuatorianos y sus familias. Este es un elemento tremendamente positivo que todavía no ha sido del todo reflexionado, pero que ya está internalizado, por lo menos, en nuestras conciencias y las conciencias de los coroneles; y, en general, en las gentes lúcidas del país. En fin, yo creo que no va a haber un nuevo y exacto 21 de enero, se equivocan quienes piensan que estas oportunidades de la historia vuelven a darse. Considero que la figura de una alianza nacional con componente indígena, social y militar, al estilo del 21 de enero, difícilmente se reitere, aunque sus variables existan. Ahora estamos en una nueva fase de este proceso inconcluso, vivimos el reflujo pero a la vez el reinicio de un levantamiento trunco, y creo que seguiremos viviendo los coletazos de toda esta transformación circular que busca cerrarse. Pero también se equivocan las élites dominantes si creen que esto ha terminado así. El inconcluso 21 de Enero deberá tener su conclusión, pero no necesariamente en la forma en que empezó. A lo mejor, los caminos sean otros: que se unan generosamente todos los sectores excluidos y traicionados, por ejemplo, para lograr por la via de la insurrección electoral el triunfo no alcanzado esa vez, siempre que se analicen y superen los errores y se expanda esa alianza nacional hacia otros sectores sociales y políticos que desean defender la Patria y cambiar de raíz al Ecuador. A lo mejor se produce por otra via, una insurrección social masiva y pacífica, espero. O a lo mejor ya nadie llega con palos la próxima vez, y entonces nos esperarían días temibles.


Importancia regional del 21

En definitiva creo que el fenómeno que se vivió en Ecuador es importante porque tiene relación con lo que sucede en la región andina y América Latina. Creo que uno de los problemas del 21 de enero y de ahora, es que no se pensaba ni se piensa regionalmente, no se piensa coordinadamente. En esos días de enero, muchos dirigentes acudían a nosotros porque sabían que la APDH y las Ongs de DDHH hemos construido redes internacionales muy sólidas de información, denuncia y solidaridad. Esos momentos deseaban que los apoyáramos con nuestros contactos y que habláramos con Londres, Europa, Estados Unidos, etc., de su lucha y lo que sucedía en Ecuador. Para mí, siendo eso importante, expresa un problema de cultura política: se debe internalizar más fuertemente a América Latina. El logro del sistema es que nos permite ver el 21 de enero sólo en el Ecuador, pero no el 21 de enero en América Latina, que tanta falta le hace. No será posible ningún futuro 21 de enero en el Ecuador, si no se corrigen los errores que hemos tratado de definir y si no hay, de paso, veintiunos de enero en América Latina.


¿Cuál fue el papel de los intelectuales y las universidades?

Un sector grande de los intelectuales jugó un triste papel de coqueteo con el régimen de Mahuad, quien antes de ser presidente fue alcalde de Quito, que promovió mucho la cultura y que el 5 de febrero fue de los que luchó abiertamente contra el bucaramismo. Mahuad era la expresión de la fracción "civilizada" de la oligarquía contra un tipo excepcional, expresión de otra fracción, lumpen-oligárquica, como era Bucaram. Sin embargo, el 21 de Enero esos intelectuales apostaron mal y por eso tuvieron una visión maniquea, cobarde y hasta racista del levantamiento, pues la noche del 21 varios de esos "hombres de arte y cultura" abanderaron, llorosos y nostálgicos, una fracasada marcha de las élites quiteñas en defensa de Mahuad. Otros intelectuales calificaron de irresponsable este movimiento, algunos mas le llamaron un acto de suicidio, y otros un símbolo de la inestabilidad atávica del país. En el fondo, creo que los intelectuales criollos posmodernos no le dan esperanzas a este país. Pero hubo un sector, minoritario pero importante y muy digno, que estuvo y está con el pueblo indígena y que ha tenido un papel crítico frente al sistema, e incluso frente a los métodos y estrategias usadas: Alberto Acosta, Alejandro Moreano, para referirte a los má,s lúcidos. Ahora bien, el problema con la universidad es que también fue otra excluida del proceso, pues una parte de la dirigencia social no apostó a la participación de las universidades como instituciones. Algunos dirigentes vieron en blanco o negro las cosas y las universidades, supuestamente, eran parte de la élite, según éllos.


¿Hubo racismo?

Sí, terriblemente, y ahora es mucho más visible que antes. La sociedad blanco-mestiza ecuatoriana es de las más racistas del mundo. Por eso las élites deberían agradecerles todos los días a los indígenas y a nuestros "parias de la Tierra" que no hayan iniciado aquí, hace tiempos, la lucha armada, o que nunca se hayan dado operativos de acción social violentos o métodos polpotianos de guerra de clases. Hay racismo y de los peores, sólo es cuestión de revisar bien la prensa, los programas de televisión y de deportes, las revistas del "jet-set" y los chistes de la gente contra los indios y los negros. Fíjate que hasta el 21 de enero no había oligarca, jerarca de la iglesia católica, cámara empresarial o político tradicional de este país, que -aunque no comulgara en los métodos con los indios o los sectores sociales contestatarios- no les diera la razón en las causas de su lucha, por toda la postergación histórica que han sufrido. ¿Quiénes con más razón moral y categoría ética que los indígenas ecuatorianos para levantarse? Era un decir generalizado que éllos podían equivocarse en sus estrategias, pero que eran realmente pobres, que son sencillos en su palabra o que ya son 500 años de marginación, etc. Sin embargo, el 21 de Enero, ya cuando las cosas toman un cariz no tan romántico para la visión "progresista" de las élites dominantes, empieza el ataque furibundo y descarado.

Cómo no recordar el ejemplo de lo ocurrido la noche del 21: La derecha "aristocrática" serrana y la escasa gente bien pro-Mahuad, convocaron a Quito para participar en una contra-manifestación "en defensa de la democracia", que fue publicitada sin disimulo por los canales vinculados de televisión. Nuestra manifestación estaba concentrada en la Plaza Grande, en pleno palacio de Gobierno, y era enorme. La derecha, en cambio, llamó a su "caravana" en un sector élite de la ciudad, "las casitas del barrio alto" criollo: la avenida "Shirys" que, paradójicamente, es una palabra indígena. Ahí se iban concentrando, entre llantos y amenazas bravuconas, las señoras bien, los artistas-light de nuestra parroquiana farándula y todos los "pitucos". Los "hombres y mujeres de cultura" y el alcalde de Quito de ese entonces, que estaban funcionalizados al régimen de Mahuad, salen con sus autos y sus paraguas a decirle al pueblo: "Salgan para acá ecuatorianos, impidamos la dictadura". Y entonces uno de los canales de las estrellas, cuyo conductor estrella había conducido la estrategia desinformativa todo el dia, pasa escenas de esa marcha y de su diligente reportero que le entrevistaba ese instante a una señora de nuestra rancia oligarquía, pitando su carro de lujo "en defensa de la democracia", y ese rato a esa señora se le escapa el hacendado brutal que llevaba adentro, cuando a la sugerente pregunta del periodista: "¿por qué vino a la marcha?", ella responde: "Vea, yo estoy aquí porque no soporto que me manden indios apestosos". Eso lo sacaron ese momento, sin alcanzar a tijeretearlo, en ese canal de televisión y entonces me dije: "aunque no este tan clara esta vaina (la junta popular), hoy más que nunca estaré para siempre con los indios, así se equivoquen". Y es que por la boca de aquella señora, hablaban las élites del país ese 21 de Enero. La marcha aquella y las "inteligentes" frases de esa gente, me hicieron recordar la época de las marchas de las cacerolas y las protestas de las "pitucas" durante el breve gobierno de Allende en Chile, poco antes del golpe: eso sí fue golpe de Estado, no la locura que vivimos nosotros el 21.


La oligarquía y el ejército:

El 21 de enero, la oligarquía se da cuenta que tiene un ejército peligroso para la estabilidad de su modelo y que, encima, es atípico en la región. Porque, ¿cómo es posible que un coronel Cobo, por ejemplo, se lance a decir que tenemos que instaurar otra revolución Juliana?, refiriéndose al pasado histórico en el que hubo una revolución democrático-burguesa que, por lo menos, dejo ciertas lecciones de cultura democrática al país y que peleó contra la bancocracia guayaquileña. Por supuesto que esa oligarquía tiene terror a una nueva "aventura" militar: estaba bien que las FFAA apoyaran por debajo el derrocamiento de Bucaram, pero si ahora respaldaban a indios y a izquierdistas, entonces se debía cortar de raíz el mal. Por tanto, terminado el levantamiento del 21, operaron rápidamente un peligrosísimo y fatuo proceso de reingeniería institucional de las FF.AA., que busca 3 objetivos: Destrozar la tradicional hegemonía de la Fuerza Terrestre y reemplazarla por la Marina, más cercana a las élites. Anular o, por lo menos, bajarle el perfil a los principales institutos académicos del ejército, que habían generado en décadas de transformación institucional, un nuevo pensamiento militar o lo que varios analistas califican como "militarismo ilustrado". Y, finalmente, aniquilar todo vestigio rebelde que quede en pie al interior de las FFAA, para estabilizar al nuevo gobierno, al nuevo mando militar y, de paso, evitarse voces contrarias a la intervención ecuatoriana en el Plan Colombia y a la base norteamericana en Manta. Esos objetivos los señaló, a su manera, un alto general a pocos días del 21 cuando ya estaban encarcelados los coroneles: "El ejército no necesita de políticos que filosofen o hagan escenarios, sino hombres de acción". Es decir, que las FFAA retornen a la guerra fría. Pero una cosa es anhelar esa reingeniería y otra cosa es hacerla realidad. Fue tal la presión popular, de nosotros como Ongs, de los grupos sociales y de algunos analistas lúcidos de la prensa, que -por lo menos públicamente y durante un tiempo- el Alto Mando indicó que no realizaría cambios en el actual pensum de estudios o en la Academia de Guerra, donde se forman los oficiales del ejército.

El 21 de enero la oligarquía, y también el imperio, se da cuenta que el ejército ecuatoriano esta "contaminado", porque su composición social es popular. El 95% de la Fuerza Terrestre está ligado a la gente del pueblo, a sectores obreros e indígenas de este país. Entonces, como las élites no creen en el ejército nacional, se teme y sospecha que muchos sectores de poder han empezado a organizar fuerzas paramilitares propias, porque si es que hay nuevos despertares, esas élites tendrían pavor de que se les vengan nuevos coroneles, que la próxima vez no dejen piedra sobre piedra. Se dice en varios sectores que esas élites mas bien confiarían en sus propios hombres, en grupos privados que puedan ser entrenados y armados. Las oligarquías no confían ni en su sombra, por eso le estarían apostando secretamente a la llamada "colombianización" de la política local, es decir al imperio de la violencia política. El naciente paramilitarismo sería otra lección que ese 21 de Enero, la habría aprendido muy bien la oligarquía ecuatoriana.


¿A que revolución te recuerda el 21 de enero?

El 21 de enero nos faltaban los barbudos para que se pareciera al ingreso triunfante de los líderes cubanos a La Habana el 1º de enero. No hubo armas, no hubo un muerto, y me parecía la revolución de los claveles de Portugal, o el derrumbe de los gobiernos dogmáticos de Europa del Este, o nuestra primavera de Praga. Pero como era de noche y había faroles prendidos en las calles, y el Centro histórico de Quito es tan emotivo, de repente "el bolche" que todos llevamos dentro despertó y... sí, parecía un poquito el asalto al Palacio de Invierno. Ver centenares de militares ahí, con miles de indios, agarrados de los brazos, un pueblo entero cantando el himno nacional: el pueblo es bellísimo cuando se rebela. Los militares, al escuchar tanto grito repetido, preguntaban "¿qué?", "¿cómo?" desde las barandas del palacio presidencial, y desde abajo seguía el grito "¡la bandera, la bandera!": el pueblo sí pensó en los símbolos esa noche. En su huida del palacio de Gobierno, Mahuad y los suyos se habían olvidado ordenar a la escolta que izara la bandera. La tricolor ecuatoriana yacía bajada y el pueblo lo que hacía era pedir a gritos a los líderes indios y a los militares que alzaran la bandera, y entonces algunos soldados se trepan e izan la bandera y percibo un instante enorme de silencio en la masa. Varios periodistas -algunos de los cuales jugaron un papel terrible ese dia- estaban apostados en las alturas de los edificios aledaños, por temor a la reacción de la gente. No divisé periodistas abajo, en la calle, metidos con la gente. Solo estaban las masas y sus banderas rojas, del arco iris y de la Patria. Y la gente estaba muy encabronada con la actitud de los canales de televisión. El pueblo sí recordaba los símbolos patrios, y no nos olvidemos que "la toma del poder" debe ser simbólicamente un hecho que pese en la conciencia social, en el imaginario colectivo. Tenía que haber síntomas simbólicos de la junta, como los decretos que todos esperaban, pero no sólo adentro, sino afuera. No se debía jurar y rezar sólo en un salón del palacio, sino en la calle, con los miles de ecuatorianos presentes. Eso hubiera sido más aleccionador desde lo simbólico. Si el pueblo te pedía que izaras la bandera, te estaba dando la potestad para comportarte ese instante como poder, como gobernante, cosa que desafortunadamente no se vio. Pero, de todas formas, la gente estaba alegre: lloraban, bailaban, reían, gritaban. No me olvidaré nunca de un compa indígena de unos 20 años, apenas un muchachito, que me encuentra en medio del montón y me saluda emocionado, y me da un abrazo fuerte y empieza a danzar alegre, y me abraza otra vez y baila de la emoción, sin decirme nada, solo bailando y riendo, mientras me abrazaba. Yo me dije, con esa típica mezcla de depresión y objetividad urbana, "bueno, a lo mejor esta locura no dure, no puede durar mucho tiempo, ¡pero ya nadie les quita lo bailado!".


¿Qué consignas hubo esa noche?

No recuerdo. Las consignas eran mas bien de advertencia: "Cuídate Gutiérrez, cuídate Vargas, no se dejen traicionar". Se dice en el exterior que el ecuatoriano es un "boliviano con valium", lo que es una falta de respeto para dos pueblos aguerridos. También se dice que Ecuador es un pueblo con poca autoestima, lleno de fracasos y derrotas; que la selección de fútbol siempre es eliminada, que somos un fiasco y todo ese relajo que nos meten las élites para mantenernos pasivos y pesimistas. Pero ver esa noche un pueblo entero, gritando "¡Ecuador, Ecuador, Ecuador!", sin necesidad de que tenga rima, eso para mí era tremendamente importante, junto con las advertencias a los líderes. El pueblo tiene olfato, como que intuye: les advertía contra una traición o cualquier negociación a los que estaban arribita, en las barandas del Palacio Presidencial. Lo que más recuerdo es que el pueblo gritaba "¡Ecuador, Ecuador, Ecuador!", como si nuestra selección le hubiera ganado al Brasil, por goleada y en el mismísimo Maracaná.


¿Visitaste a los militares en la cárcel?

Claro, y allí tenemos experiencias impresionantes porque, primero, en diez años de lucha por los derechos humanos jamás habíamos tenido una relación tan directa y fraterna con ningún militar; segundo, porque había una doble desconfianza de lado y lado, que ya te la resumí antes; tercero, porque -desde un punto de vista anecdótico- había cuarteles que nunca habíamos logrado ingresar en diez años, el Agrupamiento de Inteligencia, por ejemplo. La primera vez, cuando entramos a visitarlos y conocimos a Lucio, a César, a Jorge, Gustavo, Patricio, Fausto, Sandino, a todos mismo, recordaba la marcha de éllos y los indios por las calles de Quito la tarde del 21. Mis compañeros se reían, bromeándome horas después con este cuento: "pensar que por primera vez el Alexis conoció todos los carros de seguridad juntos (porque eran decenas de automóviles los que vi), ahí en el parqueadero de Inteligencia, y no les tomó una sóla foto". Recuerdo los abrazos emotivos, los testimonios impresionantes y las conversaciones con Lucio, con los demás coroneles, con el capitán César Díaz. Este capitán no tiene una pierna, la perdió en la guerra del 95 defendiendo la soberanía, y es uno de los héroes del Cenepa. Al igual que otros 120 héroes del Cenepa, participó en las actividades del 21. Ellos están sin piernas, sin manos, sin brazos, tienen piernas y brazos ortopédicos. Ahí estaban los héroes del Cenepa, detenidos, orgullosos, transparentes. Cuando salieron libres, recuerdo que fuimos juntos a una mesa redonda sobre el 21 de enero en una universidad pudiente del país. El capitán Díaz, el coronel Patricio Acosta, Lucio, el abogado y yo. Ellos relataban los sucesos del 21 de Enero con orgullo, hablaban del rescate de la dignidad y del destino del país y también se refirieron a la defensa de la Patria en la vigilia fronteriza y la guerra del Alto Cenepa; y la mayoría de estos chicos universitarios, de la élite, sin conciencia, se burlaban, o bostezaban, o los miraban furiosos a nuestros soldados por haber tumbado a su héroe de Harvard. En silencio, en ese mismo momento, me di cuenta que esa gente no tenía patria. La Patria la tienen los pobres. Ellos entienden la Patria, la entiende el capitán Díaz, el obrero movilizado, el indígena Farinango, el que peleó. Todo eso fue muy emotivo para nosotros. Los visitamos en su cautiverio para darles nuestro abrazo y un poco de ánimo, para comentar y planificar las estrategias a seguir por su libertad, para darles noticias llegadas de la comunidad internacional y los mensajes solidarios de tantos países. No todas las entidades de DDHH se lanzaron a esta pelea, y eso lo saben ellas mismas, los soldados rebeldes y los indios. Pero creemos que fuimos, junto a Pablo de la Vega, un puente entre dos sectores del país que son honestos por igual. Encontrarme con oficiales brillantes y con tantos análisis lúcidos, con la sensibilidad social de un Lucio, la lucidez intelectual de un Jorge Brito, la pasión y las lagrimas de varón de un Cobo, la brillantez analítica de un Lalama, el coraje y la transparencia de un César, en fin, conocimos tantos y tantos soldados, oficiales de rango medio, alto, y todos con un sentimiento claro de lo que querían para el país.

En aquel momento, tal vez no tenían una conciencia plena de lo que realmente había fallado. El tiempo es el que te permite hacer lecturas del tiempo, pero fue impresionante todo lo que vivimos. Primero, porque todos aprendimos mucho, y luego, por el trabajo que desarrollamos con las familias, esposas, hijos y hermanos de los oficiales detenidos. Fue un trabajo gigantesco y muy innovador. Una colega de España me preguntaba cómo era posible que en un país tercermundista un defensor de DDHH defendiera a un militar. Algunas de las más importantes Ongs europeas y americanas no lo creían o no lo aceptaban. Creo que, por eso mismo, las cosas no están perdidas, por todo lo que vivimos en esos días. Recuerdo que asistían a nuestras reuniones decenas de señoras, padres, familiares, hijos, oficiales ya retirados, cantidades de dirigentes sociales, para organizar juntos la estrategia de libertad y amnistía de los detenidos. Había siempre montones de gente y, claro, nosotros, con resquemor natural, pensábamos viendo tanto rostro extraño: "¿cuántos aquí serán tiras, cuántos agentes de Inteligencia o Seguridad política?". Tal vez ahora vale la pena contar una anécdota: algunos, en verdad, eran agentes y nos decían: "quédense tranquilos, somos del 21 de enero; no se preocupen que mandamos doble mensaje: uno le damos a nuestros coroneles detenidos y otro le estamos pasando a los generales, pero le inflamos. A los generales les decimos: "Cuidado, si no hay amnistía se va a fregar este país; se va a prender la guerra civil." Cierto o no lo que nos decían, fue chistoso pintar con ellos durante varias noches, la palabra Libertad, en todas las paredes de Quito. Las pintamos con familiares, dirigentes sociales, hijos, hermanos, esposas y papás de los detenidos, y también con algunos agentes de Seguridad policial e Inteligencia militar; pegamos carteles y afiches, hicimos decenas de acciones ejemplares y no violentas, con las señoras esposas de los coroneles que nunca habían pintado una consigna o pegado un cartel en su vida, o aspirado gas lacrimógeno y, de pronto, todas esas experiencias empiezan a vivirlas. Allí estuvieron, con nosotros, pintando en las puertas de los cuarteles, en la madrugada. El Cuartel de Inteligencia de este país amaneció pintado con las frases: "Amnistía patriotas 21 de enero" y "Yo te nombro, Libertad", el famoso verso del poeta anti-nazi, Paul Eluard. Fueron experiencias que no olvidaremos nunca.

Finalmente, la noche de la algarabía total, cuando el Congreso aprobó la amnistía. Toda la ADH fue al Parlamento, a dar el encuentro y felicitar a las familias y esposas de los oficiales amnistiados. Era tal la empatía que se formó con los oficiales y sus familias, que nos confundimos en un solo grito de libertad. Todos nos fuimos en caravana motorizada, cuartel por cuartel, para visitar y abrazar a los detenidos. Allí se produjeron cosas increíbles también, algunas chistosas, creo que estas cosas se dan sólo en América Latina: en el primer cuartel los oficiales presos nos recibieron muy calmados, muy mesurados, hubo los saludos de rigor, las felicitaciones y todo eso. En el segundo cuartel, otros oficiales detenidos ya nos esperaban con una copita de vino, todos de pie, formales todavía. Cruzamos la ciudad y en el tercer cuartel ya los detenidos estaban afuera de sus celdas, en las puertas del cuartel, compartiendo garrafas con los escoltas de seguridad, que justamente tenían la misión de impedir cualquier desorden. Aqui ya se armó una pequeña fiesta de emoción y todos gritábamos. No puedo decir el nombre de uno de mis queridos coroneles, pero gritaba y hacia gritar a los soldados de la garita, que estaban al cuidado del cuartel: "¡Viva el 21 de Enero!", "Vivan los derechos humanos!", y todos -los soldados de guardia incluidos- contestábamos "¡viva!". En el último cuartel, en las afueras de Quito, donde estaban detenidos Lucio, Jorge y César, los superiores, enterados del desorden total en los anteriores fortines, ya no permitieron el ingreso, pues el Alto Mando se había dado cuenta que esa noche de la amnistía se rompió en los cuarteles la cadena de mando y el principio básico de disciplina, por la emoción que se vivía. Fíjate que en cuarteles tan apartados como los de frontera, semanas mas tarde saludé con soldados que, ni bien sus superiores se alejaban, me guiñaban el ojo o alzaban su pulgar, musitando en voz baja "tranquilo, compañero, aquí la tropa es del 21 de Enero". Tenía ganas de llorar de la emoción, pero me aguanté.


¿Te han amenazado de muerte? Bueno, creo que muchos hemos conocido esa natural reacción de las élites. Ecuador no ha vivido, por suerte, genocidios como la Yakarta del sesenta o el Chile del setenta, y no creo que vayamos a vivir en el país, por sus condiciones específicas, tragedias como esas. Pero Colombia está muy cerca y nuestra oligarquía aprende más rápidamente de las oligarquías cercanas. Creo que el Ecuador, otra vez, puede entrar lentamente en un proceso peculiar de guerra sucia, que ya tuvo sus previos antecedentes en los asesinatos del diputado Jaime Hurtado y sus dos compañeros y del dirigente sindical Saúl Cañar en el 99. Y también registramos las primeras denuncias de bandas paramilitares después del 21 de Enero. Aquí al país se le vienen días difíciles, pero habrá que enfrentarlos con altura y decisión.


¿Algunos datos de tu vida?

Nací en Quito, hace ya tres décadas y pico, represento desde el 92 a la APDH del Ecuador. Activo en esta vaina desde inicios de los noventa y, de los defensores de DDHH con presencia pública, soy el mas joven. Estudié la secundaria hasta que llegó el oscurantismo de Febres Cordero. Su gobierno marcó con sangre a mi generación, que yo la llamo la generación decapitada. En los años veinte un grupo de poetas jóvenes que prometían mucho, se suicidaron. Fue el mal del Ecuador de principios de siglo: la revolución alfarista había sido traicionada y se vivían tiempos de orfandad. En los ochenta, mientras era el líder estudiantil del colegio con mas fama de rebeldía y politización en el país (el "Mejía"), muchos de mis compañeros de curso y plantel, por aquel entonces, serían dirigentes o militantes del desaparecido proyecto guerrillero "Alfaro Vive, Carajo": todos eran jóvenes y puros, y todos fueron exterminados de manera infame en el febrescorderato. Yo era un dirigente estudiantil reconocido y, para suerte de mi corta edad de entonces, además era militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR. Fui, a mucha honra, detenido y golpeado en varias ocasiones, finalmente expulsado de mi colegio, y prohibido de ingresar a cualquier plantel fiscal de la provincia de Pichincha, por todo el periodo que duró el febrescorderato. Quizás pude haber sido parte de esa generación decapitada, pero no lo fui. Viví, desde entonces, como con culpa de haber sobrevivido a mi tiempo. Entre el 89 y 90, los "muros" se derrumbaban y la generación de 20 años de edad, no sabía que hacer. Entonces fue que, luego de un largo periodo de crisis profunda, descubrí en medio de aquel naufragio de paradigmas y utopías, la tabla de salvación que siempre me perteneció y que por fin la redescubría: la defensa de la vida, el activismo por los derechos humanos. Esta actividad ha sido mi única militancia desde entonces, mi opción personal, nuestro proyecto de vida, una profesión de fe. Hemos querido, a veces lo hemos logrado, ser un puente del país, entre otras cosas porque ese puente permite unir a tirios y troyanos; por ejemplo, a sectores "adversos" que el 21 se tomaron el Palacio Legislativo y ocuparon el Palacio Judicial, y que estando a dos pasos no se podían ni ver entre ellos; hemos sido, de alguna manera, un puente entre civiles y militares, y también entre un siglo que muere y otro que nace. Creo que debemos ser ese puente por el que puedan caminar todos, para encontrarse, unirse, soñar y luchar juntos. No opté por "vacío ideológico o generacional", no pertenecí, a Dios gracias, a la "generación X", ni tampoco tomamos nuestra decisión por asuntos de estudio o academia, o por profesión, beca o salario. Siempre creeré en los derechos humanos cuando lo viven, desde su testimonio, seres humanos como Luther King, Marcos o Chico Mendes, por ejemplo, y no cuando lo predican burócratas a sueldo de gobiernos, agencias de cooperación o de la ONU. Elegí esta utopía un dia lejano de 1991 en que, llevando encima un extraño e injusto sentimiento de culpa por haber sobrevivido a la barbarie, cruzaba las calles del centro histórico de Quito y les vi, allí, de pie, con carteles dignos en sus manos y con los ojos más dolidos de la Tierra, a una pareja de ejemplares seres humanos, los padres de mis hermanos Restrepo, inocentes adolescentes que fueron detenidos, torturados, asesinados y desaparecidos por la Policía antisubversiva ecuatoriana, durante los últimos días del febrescorderato. En aquel entonces, estos padres, también nuestros, llevaban en la "Plaza de Mayo" ecuatoriana -la Plaza Grande- ya un año entero, cada miércoles infaltable, como las madres de la Argentina, luchando pacíficamente por sus dos hijos desaparecidos. Ellos fueron la expresión más auténticamente dolorosa de lo que significó la tiranía febrescorderista y la experiencia más hermosamente ejemplar de lo que un ser humano es capaz de lograr cuando de veras ama y cree. Allí decidí, un lejano miércoles, con mis hermanos de la APDH, anclar nuestra vida y luchar por la vida hasta siempre, porque me di cuenta que solo así, la vida valía la pena vivir...


Entrevista de Heinz Dieterich a Alexis Ponce
Vocero nacional de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos
APDH del Ecuador


Fuente: (REDH) Red Solidaria con los Derechos Humanos.






 
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