Análisis de Monseñor Alberto Luna Tobar





Quito, 15 de febrero del 2002

Fundación Pueblo Indio del Ecuador




Los ciudadanos creyentes no podemos estar ausentes en el momento de las definiciones. Hemos visto con sentida preocupación la profundización del empobrecimiento, la aguda crisis económica, política y ética del modelo neoliberal implementado por los gobiernos de turno, así como la creciente incapacidad para encontrar alternativas reales y viales con un proyecto de país que lejos de menoscabar los derechos económicos y sociales de nuestros ciudadanos, proponga una real reactivación económica, una distribución justa de la riqueza acumulada hoy en muy pocas manos y el respeto a la dignidad humana.

Ecuador debe enfrentar el empobrecimiento de ocho millones de personas, una creciente inflación en dólares, la carencia de incentivos y medidas reales para la reactivación productiva para la superación de la pobreza, y de las diferentes formas de exclusión, social, étnica, de edad y género, la construcción de una ética de honradez y solidaridad, teniendo en cuenta el hecho cierto de que entre los pobres, los más afectados son los niños, niñas, adolescentes y mujeres, y, que a éstas últimas, se les adjudica la responsabilidad del manejo inflacionario de la crisis en la vida cotidiana.

Las siguientes cifras muestran la gravedad de la situación social y económica:

El PIB, a pesar de la propaganda oficial, se redujo casi a la mitad en dos años (pasó de 19.700 millones de dólares en 1998 a 17.800 millones en el 2001), y también el PIB por habitante (pasó del 1.600 dólares en 1998 a 1380 en el 2001).

Los desempleados se duplicaron: 340 mil desempleados más entre 1998 y 1999 solo en las ciudades cuando la cifra subió al más del doble (de 300 a 640 mil desempleados en Quito, Guayaquil y Cuenca, según las Encuestas de Mercado Laboral, BCE-PUCE.

Los pobres se duplicaron entre 1995 y 2000: los niveles de pobreza e indigencia han tenido un explosivo crecimiento en los últimos años. Mientras en el año 95 los pobres alcanzaban 3 millones 927 mil personas, para el año 99 llegaron a 7 millones 81 mil personas. Los indígenas se duplicaron en ese mismo período, pues pasaron de 1 millón 386 mil a 2 millones 655 mil personas, siendo los más afectados los niños (se hicieron pobres 2 millones de niños más, es decir 1.500 por día).

La inequidad en el ingreso se agravó: durante la crisis, los ricos se hicieron más ricos y los pobres empeoraron su condición. En efecto, en los últimos cinco años, el 20% más rico de la población llegó a tener el 53% del ingreso mientras el 20% más pobre recibió sólo el 5% del ingreso. De hecho, el 80% de la población recibe menos ingresos que el 20% más rico, lo cual explica la categorización del Ecuador como uno de los países más inequitativos del mundo.11Descifrando el Gasto Social en el 2000. UNICEF. Quito, Enero de 2001

La acumulación de déficits fiscales y su recurrente financiamiento con deuda interna y externa; la escasa cultura tributaria y un manejo del gasto ligado a la coyuntura política, conducen a generar un déficit fiscal estructural financiado con deuda, cuyo servicio absorbe crecientes recursos del Presupuesto General del Estado. En el año 2000, el servicio de la deuda presupuestaria equivalió a 2, 9 veces el Gasto Social; mientras el servicio de la deuda ascendió a US$155 per cápita, el gasto social per cápita fue de US$55.

En veinte años de democracia la deuda externa ha pasado de 1200 millones de dólares a 15 mil millones a pesar de que el país ha pagado 27 mil millones de dólares en el mismo lapso.

El salvataje bancario significó al país de cinco mil millones de dólares y el costo de la corrupción representa más del 40% del Presupuesto General del Estado anualmente, según analistas económicos la corrupción ha llegado a la cabeza como lo señala la Comisión Cívica anti Corrupción. Ecuador aparece como el segundo país más corrupto de América Latina.

La política económica contribuyó al empobrecimiento (1n 1999, la devaluación fue del 200%, la inflación fue del 60%, los salarios reales cayeron en 40% y la salida de capitales privados fue equivalente al 20% del PIB); la situación no está controlada aún (en el 2001, la inflación anual en dólares fue de 23%), la balanza comercial, fue negativa, en 580 millones de dólares en el 2001; lo que demuestra la recesión y la creación de una peligrosa burbuja financiera, importadora y consumista. La dolarización anunciada como la tabla de salvación ahora tiene que ser apuntalada con el sacrificio de los sectores sociales y productivos.

Se registra una pérdida neta de capital humano: tan solo en 1999, cerca de 380.000 personas abandonaron definitivamente el país. Según datos de la Asociación de Migrantes Rumiñahui, en el año 2001, las remesas de dinero representaron 1.250 millones de dólares y constituyen el segundo rubro de ingresos del país.

La descapitalización de las empresas públicas y el afán de privatizar el patrimonio del país amenazan con despojar al Ecuador de su aparato productivo más eficiente, concentrando aún más riqueza, con el certero futuro de repetir la crisis argentina.

Luego de dos años de adoptar la medida dolarizadora tampoco se muestran cambios sustantivos en beneficio de los ciudadanos y ciudadanas ecuatorianos: mientras se internacionalizan los precios de los bienes y servicios, los sueldos y salarios no representan ni la tercera parte de la canasta familiar.

La crisis argentina y las graves consecuencias de la aplicación del modelo neoliberal demuestran que esta no es la vía a seguir. Para la Iglesia comprometida, cada uno de los hombres y mujeres argentinos latinoamericanos que suman millones a los cinturones de empobrecimiento son una razón más para comprometernos a la necesidad de transformar las actuales condiciones económicas y sociales de nuestro país.

Por este motivo, los que nos inspiramos en el mensaje liberador de Cristo, no podemos estar ausentes del debate y las definiciones en el 2002. Los sectores pastorales han sido parte de las diversas luchas de los movimiento sociales por un Ecuador justo posible para las grandes mayorías excluidas. Por eso hacemos un llamado a construir una sola fuerza política y social que lejos de las disputas mezquinas por la conducción de los procesos o el control de las decisiones, construya las estrategias para que el Ecuador deje de ir a las urnas a votar y comience a elegir su destino. Los grupos monopólicos han dominado nuestra historia: es el tiempo de decidir una nueva perspectiva desde la unidad de los movimientos sociales, los pueblos indígenas, los profesionales, los cristianos, los sectores productivos, los militares patriotas. A esas fuerzas les llamamos a la unidad en torno a una perspectiva diferente para el país que tenga, entre otros, los siguientes objetivos:

  • Derrotar la corrupción y la impunidad

  • Reactivación del aparato productivo público y privado

  • Trabajo y combate a las causas que agudizan el empobrecimiento

  • Transformar las empresas del Estado y proteger el patrimonio público en todas sus formas

  • Prioridad del desarrollo nacional ante la deuda externa

  • Defensa y fortalecimiento del aparato productivo nacional y protección del mercado interno, impulso de la unidad Latinoamericana de los pueblos y países frente a los peligros del ALCA

  • Garantía de acceso a los derechos económicos y sociales, culturales, individuales y colectivos, sobre todo para los excluidos: pueblos indígenas, comunidades negras, mujeres, niños/as, y jóvenes, etc

  • Reforma política hacia la Constitución de un Estado Plurinacional, soberano, unitario, descentralizado, democrático y equitativo

  • Reforma integral del sistema bancario y financiero

  • Reforma integral del manejo fiscal y monetario

  • Reforma agraria, redistribución de los recursos productivos, de la tierra urbana y rural

  • Desarrollo humano, con un sistema educativo renovado y un sistema de salud para todos y todas

  • Ecuador territorio de paz, frente a los peligros del Plan Colombia y la agudización de la violencia

  • Participación activa de la conformación de un bloque regional latinoamericano




Mons. Alberto Luna Tobar
P. Eduardo Delgado






 
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