Gutiérrez no quiere ser visto como otro Chávez





Kintto Lucas

International Press Service (IPS)

24 de febrero de 2003




El presidente de Ecuador, Lucio Gutiérrez, llamado por medios de comunicación internacionales "el Hugo Chávez ecuatoriano", trata de demostrar que es distinto del mandatario de Venezuela, y parece haberlo logrado en Washington.


Gutiérrez viajó hace 10 días a la capital de Estados Unidos, donde se reunió con el presidente de ese país, George W. Bush, y con otras autoridades.

Steve Johnson, miembro de la conservadora e influyente Fundación Heritage estadounidense, destacó el cambio que ha observado entre el Gutiérrez de la campaña electoral y el que se entrevistó con Bush.

Había personas en Estados Unidos "con mucho temor de que Gutiérrez llevara el gobierno como Chávez, con ideas populistas e ideales similares", dijo Johnson en referencia al gobierno y los inversionistas estadounidenses que podrían interesarse en Ecuador.

Gutiérrez entabló una dura polémica con el Congreso legislativo de su país, dominado por la oposición, tras asumir el gobierno en enero, y anunció que convocaría a una consulta popular para cambiar la estructura de las Cortes de Justicia, reducir el número de diputados y crear un cuarto poder con fines de control, para combatir la corrupción.

Esto evocó en algunos analistas la hostilidad de Chávez hacia sus opositores, y la reforma constitucional que impulsó con éxito para modificar el sistema institucional, incluyendo la creación del llamado Poder Ciudadano.

Gutiérrez también dio de baja a 17 generales y almirantes, para sustituirlos con personas de su confianza, y eso creó mayor desconfianza en los partidos de derecha.

Un fracaso de Gutiérrez constituiría "un retroceso para la democracia y para la política de Estados Unidos en la región, y por eso se hacen esfuerzos para ayudarlo en la medida de lo posible", señaló Michael Shifter, vicepresidente del grupo de expertos Diálogo Interamericano, con sede en Washington.

El presidente ecuatoriano "parece ser un hombre que aprende rápido" y "busca soluciones democráticas" para resolver "los problemas de su país", opinó Johnson.

Contribuyeron a ese cambio de imagen una Carta de Intenciones firmada con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el alineamiento con Estados Unidos en asuntos de política internacional, el pedido de que se apoye al derechista presidente de Colombia, Alvaro Uribe, y la apertura del sector petrolero a la inversión extranjera.

"Ecuador quiere convertirse en uno de los mejores aliados de Estados Unidos en nuestros intereses comunes", afirmó Gutiérrez.

También aseguró que el país "quiere ofrecer a Estados Unidos un permanente flujo petrolero, si es que las dificultades internacionales persisten o se acentúan", y consideró posible participar "en un cordón naval antiterrorista y en los programas de interdicción aérea y marítima" propuestos por Washington.

Sectores derechistas ecuatorianos expresaron su beneplácito.

Blasco Peñaherrera, vicepresidente durante el gobierno de León Febres Cordero (1984-1989), del derechista Partido Social Cristiano (PSC) destacó "el éxito" del viaje de Gutiérrez en lo económico, por haber firmado la Carta de Intenciones, y en lo político por el recibimiento que le brindó Bush y el alineamiento con éste.

Pero sectores derechistas de Venezuela reaccionaron en forma similar ante viajes a otros países de Chávez, entre su elección en diciembre de 1998 y su asunción en febrero de 1999, en uno de los cuales se reunió con el entonces presidente estadounidense Bill Clinton, y le ofreció cooperación contra el narcotráfico y en otras áreas.

Por esa época, Chávez también mostraba su independencia de Washington visitando también Cuba.

En lo económico, el presidente venezolano emitió un sugestivo mensaje al mantener como ministra de Hacienda a Maritza Izaguirre, a quien muchos consideraban "neoliberal".

Al asumir el gobierno, Chávez consideró urgente solucionar el déficit fiscal y anunció la sustitución del impuesto al consumo suntuario y ventas al mayor por un impuesto al valor agregado, aseguró que confiaba en la libre empresa y las fuerzas del mercado, llamó a la inversión extranjera y se declaró a favor de la total apertura petrolera venezolana al capital externo.

También destacó sus reuniones con autoridades de organismos financieros internacionales, y dijo haber tratado de convencerlos de que no era "el diablo".

El estadounidense Michael Nylin, presidente de la poderosa empresa automotriz General Motors de Venezuela, lo elogió en aquel momento y afirmó que "seríamos más ricos como americanos y como seres humanos, si adoptáramos una actitud de ayuda, soporte y asistencia" a Chávez.

Pero en los cuatro años transcurridos desde entonces, el presidente venezolano siguió un camino distinto al anunciado, y el miedo a que Gutiérrez haga lo mismo llevó a Estados Unidos a actuar rápido, primero mediante su embajada en Ecuador, y luego al recibirlo con honores en Washington.

El día en que Gutiérrez ganó las elecciones, IPS estaba presente cuando Oscar Ayerve, uno de los asesores del presidente electo, le pasó su teléfono celular para que atendiera una llamada de la embajadora de Estados Unidos, Kristie Kenney.

Kenney transmitió a Gutiérrez las felicitaciones de Bush y le preguntó cuándo podía recibir una llamada directa del presidente estadounidense.

Gutiérrez "no es visto (en Estados Unidos) como otro Chávez, como alguien inclinado a subvertir las prácticas democráticas", opinó Miguel Díaz, director de estudios de América del Sur del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, con sede en Washington.

De todos modos, cuando Gutiérrez regresó al país, aclaró que en realidad había dicho en Washington que quería ser "el mejor aliado de Estados Unidos en el combate a la corrupción, el analfabetismo y el terrorismo", y arguyó que a veces los periodistas cortan sus frases y crean malentendidos.

En relación con Colombia, dijo que sólo busca contribuir a "una solución pacífica" del conflicto entre el gobierno de ese país e insurgentes izquierdistas.

También tuvo que dar marcha atrás en relación con el plan de interdicción naval de Bush, porque para apoyarlo sería necesario un acuerdo internacional ratificado por el Congreso, y eso no parece viable en la actualidad.

Este fin de semana, luego de reunirse con Febres Cordero, Gutiérrez descartó la consulta popular que había anunciado, pero no su propuesta de una nueva Constitución.









 
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