Guerra y globalización





Isidoro Moreno

Diario de Sevilla

Sevilla, 26 de marzo de 2003




Concluido con un estrepitoso fracaso el intento de legalizar mediante un acuerdo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas el ataque “preventivo” contra Iraq, que incluso en ese supuesto sería ilegítimo, por genocida y dinamitador de las bases del Derecho Internacional y de la propia ONU, los bombardeos y la invasión del desgraciado país comenzaron el día y casi a la hora exacta que había anunciado Bush en el prepotente ultimátum que lanzó desde las Azores, en compañía de sus acólitos Blair y Aznar.

Salvo para los cínicos totales y quienes se aferran a sus puestos políticos o periodísticos, aceptando el papel de comparsas, es una evidencia que la invasión de Irak estaba decidida, incluso en la fecha, desde hace meses, y que el ruido en torno a las presuntas armas de destrucción masiva iraquíes y las supuestas relaciones entre Sadam y Al Qaeda, al igual que el debate sobre las diversas interpretaciones de la resolución 1441, los informes de los inspectores, y la presión sobre los pequeños países actualmente miembros del Consejo de Seguridad, no fueron otra cosa que armas de desorientación masiva utilizadas por Washington como medio de propaganda y para obtener el mayor apoyo incondicional posible para sus planes. En lugar de esto, el resultado ha sido un insólito aislamiento internacional, la rebelión de significativos países hasta ahora claramente dependientes, como México, Chile o Angola, y, sobre todo, la re-politización de decenas de millones de personas en todo el mundo, especialmente en Europa, que se han pronunciado clamorosamente en contra del genocidio anunciado y a favor de medios pacíficos para resolver los conflictos.

Todo esto establecido, una cuestión resulta especialmente preocupante en relación a la actual y dramática crisis: los escasos esfuerzos que se realizan, por parte de intelectuales, analistas y líderes de opinión, acerca de las relaciones entre esta guerra y la globalización. Parecería, incluso, que el debate sobre la globalización y el propio movimiento antiglobalizador han sido puestos hoy entre paréntesis. Algunos lo justifican arguyendo que los esfuerzos para detener la guerra han sido en los últimos meses prioritarios y conllevaban ralentizar cualquier otra lucha o debate. Otros, exhumando las viejas plantillas teóricas, afirman que nos encontramos ante el resurgimiento del imperialismo clásico, ahora unipolar como ya ocurrió en otros periodos de la Historia, poniendo incluso el ejemplo de la “Pax Romana” en el Ecumene de hace dos mil años. Y algunos intelectuales influyentes, como Petras o Tom Nairn, han llegado a escribir que los Estados Unidos de América, con su actual política de hegemonismo, se están situando “contra –o al margen de- la globalización”.

El tema me parece crucial, porque si no entendemos qué relación existe entre esta guerra y la globalización neoliberal corremos el riesgo cierto de entender muy mal el presente. Podremos condenar aquella, o ambas, y ello será éticamente válido, pero esta condena puede ser estéril políticamente (a menos que reduzcamos la política a los resultados electorales). De entrada, para esta guerra, y para las más que probables siguientes, no nos sirve la definición clásica de Clausewitz, quien recordemos afirmaba que “la guerra es la continuación de la política –la imposición de una determinada política- por otros medios”. Antes al contrario, la invasión con el objetivo de controlar Iraq (no sólo de destruir su régimen, tan dictatorial como otros muchos) demuestra la sustitución de la política por los intereses del Mercado, es decir de la globalización. Hasta los años ochenta, las “razones de Estado” preponderaban sobre los intereses, las hoy llamadas “leyes”, del Mercado, o al menos los subsumían. Hasta entonces, los mercados, incluido el mercado de capitales, eran fundamentalmente estatales (suele decirse nacionales) o interestatales (inter-nacionales) Hoy, al ser los Estados subalternos respecto a los capitales, son los intereses del Mercado y su dinámica expansiva, mercantilizadora de cuanto sea, o pueda ser convertido en, recurso económico, lo que constituye directamente las “razones de Estado” mismas. Tanto más en aquellos países de los que procede el mayor volumen del capital globalizado y a los que pertenecen quienes controlan las grandes instituciones y corporaciones financieras, que son las que conforman el verdadero gobierno (o desgobierno) del mundo.

No debería sorprendernos, pues, que sean los Estados Unidos de América el brazo armado actual del Mercado: los capitales norteamericanos son claramente mayoritarios en el conjunto del capital globalizado y su interés primordial es ponerlo todo –y las reservas petrolíferas del Oriente Próximo es parte fundamental de ese todo- en un mercado “libre” bajo su control. El gobierno de Bush no debe, entonces, ser caracterizado, como suele hacerse hoy desde la izquierda tradicional, como de ultraderecha sin más, aunque tenga rasgos ideológicos de este tipo, sino principalmente como un instrumento, sin apenas verdadera autonomía política, de los intereses del capital globalizado. Es esta una realidad que se trata de enmascarar con la retórica patriotera y con las alusiones a Dios, al Mal y a otros valores religiosos –unas alusiones, por cierto, casi milimétricamente similares a las contenidas en los discursos de Sadam Husseim o de Ben Laden, aunque con objetivos diferentes-. No estamos, pues, ante el resurgimiento del imperialismo clásico sino ante un nuevo avance de la globalización del Mercado, ahora por medios directamente bélicos y de genocidio activo. Los muertos de Iraq no son sino una parte de los miles de muertos inocentes diarios que, en muchos lugares del mundo, son consecuencia “colateral” de la expansión, siempre coactiva, del “libre Mercado”. La guerra contra Iraq hay que entenderla como un capítulo más, aunque especialmente sangriento, de la globalización mercantilista que se pretende imponer a todos los pueblos del planeta. No responde, pues, a lo que afirmaba Clausewitz para las guerras de su tiempo sino a la expansión del libre Mercado –de la globalización- por medios directamente violentos


Isidoro Moreno
Catedrático de antropología de la Universidad de Sevilla






 
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