Otra vez el sujeto-indio

Giovanni Carrión Cevallos (Analista político)

Diario El Comercio, edición digital

Quito, 27 de febrero de 2004

 

Rafael Quintero nos recuerda que la explotación inhumana, los tratos indignos y vejaciones permanentes propiciadas a nuestros aborígenes condujeron a que, en su momento, el indio mitayo sea considerado indio muerto. Precisamente, eso explica -según el investigador- la celebración anticipada de funerales para todos aquellos mártires que se alistaban en la institución de la mita.

En realidad, hablar del indígena es remitirnos forzosamente a un escenario impregnado de discriminación, olvido, violencia e impunidad. Verbigracia, Jean Paul Deler refiere que en 1925 el equipo destinado a la central eléctrica de Cuenca, fue transportado por 3 000 indios a lo largo de 150 km de un agreste camino. En el cumplimiento de tan descomunal tarea muchos indígenas perecieron y quienes lograron sobrevivir ni siquiera fueron recompensados con un salario.

En estas últimas semanas, la prensa nos informa sobre el fallecimiento de María Lucinda Lalbay, anciana indígena de la parroquia de Shiña-Nabón, hecho ocurrido como consecuencia del hasta ahora confuso enfrentamiento con la fuerza pública. Nuevamente aparece en esta ocasión, conforme lo cita Raúl Vallejo en su columna de EL COMERCIO, la versión del "indio borracho y violento" para justificar lo injustificable: la muerte de un ser humano.

Ciertamente, declaraciones como las del oficialismo en el sentido que no hubo represión y de que nadie dio la orden de atacar, no ayudan en nada al esclarecimiento de este infausto suceso. Más bien, posiciones defensivas como la citada, mueven a pensar que este crimen se sumará a la ya escalofriante estadística de muerte que acompaña a los indígenas en sus 512 años de resistencia, sin que se conozca y sancione, una vez más, a sus verdugos. De su parte, José Morocho, esposo de la occisa, seguirá llorando impotente la desaparición violenta y sangrienta de su compañera.

Y es que todavía en este país hay quien piensa obtusamente que el indio sigue siendo una herramienta parlante, carente de derechos. Quienes se manejan con esta particular lógica, aún no se dan por enterados -o por lo menos se muestran renuentes a aceptar- que el sistema hacendatario terminó hace ya algunas décadas, permitiendo con ello a este sector no solamente que se organice sino también elabore su propio discurso y, por lo tanto, ya no se vea en la humillante necesidad de recurrir al blanco o mestizo para que hable por él.

Por lo mismo, estos pintorescos y jurásicos personajes que aún permanecen en la vida nacional, por lo general de alto coturno, no encuentran mejor forma para contrarrestar el accionar indígena que la descalificación o la estigmatización. De ahí las frases disonantes: "energúmeno con poncho" o "indio drogado con ayahuasca".

Pero quienes actúan de esa manera, no solamente que se identifican con prácticas intolerantes condenables sino que desconocen el hecho de que el binomio sujeto-indio fue reemplazado, conforme lo sostiene Andrés Guerrero, por el de ciudadano-étnico, más aún cuando el indigenismo revela buena parte del concepto de nación ecuatoriana. En este sentido, es imperioso que la muerte de María Lalbay sea investigada y castigada con el mayor rigor. Recordemos que el Art. 185 de la Carta Fundamental establece con respecto a la fuerza pública que "sus autoridades serán responsables por las órdenes que impartan, pero la obediencia de órdenes superiores no eximirá a quienes las ejecuten de responsabilidad..." A la final, todo este oscuro capítulo no puede ni debe explicarse por la reacción impensada de un nervioso soldado de baja graduación.

 

[fuente]
http://www.elcomercio.com/noticias.asp?noid=87004

 

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