Vivir del olvido y la impunidad

Editorial

Quincenario Tintají, nº48

Quito, 15 de julio de 2004

 

Ahora resulta que los barcos pesqueros atacados por buques de guerra estadounidenses desde que el gobierno de Jamil Mahuad cedió la base de Manta a las fuerzas armadas de Estados Unidos estaban fuera de las 200 millas de mar territorial ecuatoriano. Que no hay pruebas materiales de que hayan sido hundidos. Que no se encontraron restos de los barcos (¿Cómo se iban a encontrar si están en el fondo del océano?). Que si hubieran sido hundidos no estaría mal porque podrían haber estado a la deriva. Que será la Embajada de Estados Unidos la encargada de "brindar pruebas" y dar la última palabra sobre lo que ocurrió. Que el caso de los barcos hundidos puede terminar en la impunidad, como la muerte de Pablo Jaramillo, asesinado por un funcionario de esa Embajada que se fugó.

Ahora resulta que la soberanía ecuatoriana reside en lo que diga la Embajada estadounidense. Que la cancillería ecuatoriana es una entidad sin funciones soberanas como el Banco Central desde que se implantó la dolarización. Que desde la entrega de la base de Manta Ecuador es tierra de nadie. O mejor dicho tierra de Washington.

En junio de 2000, la captura en aguas ecuatorianas de un pesquero con emigrantes ilegales que pretendían llegar a Estados Unidos, efectuada por el buque de guerra estadounidense Hali Burton, fue un toque de alerta sobre la actividad que realizaría la armada norteamericana desde el puerto de Manta.

Desde 2002, la presión de James Hill (Jefe del Comando Sur del Ejército de Estados Unidos) para que Ecuador firme un acuerdo permitiendo que buques estadounidenses puedan interceptar barcos en aguas de nuestro país dejó entrever que las interdicciones se harían con o sin permiso.

La instalación de una oficina de la policía de emigración estadounidense dentro de la base mantense para chequear y detener a emigrantes ilegales, como los hundimientos, es otra violación de los acuerdos que cedieron la base. Pero ni el Congreso ni nadie hará nada. Todos seguirán discutiendo sobre las 200 millas y el sexo de los ángeles hasta el olvido y la impunidad.

 

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