¿Combatir la pobreza?

Alberto Acosta

Diario El Hoy, edición digital

Quito, 29 de diciembre de 2004

 

Que todo el mundo se sume a la campaña para 'combatir la pobreza' no la transforma en indiscutible, menos aún en positiva. Muy por el contrario. Detrás de este eslogan hay mucha ideología y demasiado egoísmo. Combatir implica pelear, batallar, luchar, guerrear; en este caso en contra de la pobreza, en contra de los pobres... de hecho, este empeño bélico se ha reflejado, más de una vez, para ponerlo en su versión más brutal, en el asesinato de pordioseros o en la esterilización de cientos o miles de mujeres sin su consentimiento, para impedir que se reproduzcan los pobres. Desplazar por la fuerza a ancianos o niños menesterosos de calles y plazas, ha sido otra forma para intentar ocultar la pobreza durante magnos acontecimientos. Y resulta irónico que haya gente que cree ayudar en dicha guerra entregando a los niños pobres en Navidad unos cuantos juguetes, muchas veces usados.

A nivel de gobiernos y organismos internacionales, así como de sectores empresariales 'preocupados' por el tema, esta lucha asume muchas y variadas formas. Las políticas sociales en el campo de la educación, la salud y el bienestar social constituyen un socorrido arsenal. Gran diversidad de 'proyectos de desarrollo' y medidas puntuales para paliar la miseria se emplean en amplias regiones del planeta. Subsidios y bonos solidarios no faltan. En el terreno 'empresarial' las opciones arrancan con créditos, asesoría técnica, formación de microempresas... se apuesta por generar empleos para batallar contra la pobreza.

Oculta tras este variopinto cuadro de posibilidades -algunas dignas de ser consideradas- está apoltronada una propuesta ideológica, con la que, en última instancia, se protegen los privilegios de los ricos. Hay que hacer crecer el pastel para después distribuirlo, dicen. Es un discurso antiguo. Apela al sentido común de quien ha visto preparar una torta. En concreto significa que lo acumulado hasta ahora no se toca, se distribuirá lo que se produzca adicionalmente. Este mensaje consagra al crecimiento económico como la herramienta para abatir la pobreza. La realidad, sin embargo, nos demuestra que la economía puede crecer sin que llegue a 'chorrear' sus beneficios a la mayoría de la población. El excedente lo disputan a dentelladas los poderosos. Además, las tendencias concentradoras del ingreso y la riqueza (incluso insultante por sus manifestaciones de opulencia), no cesan aún cuando mejoren los indicadores macroeconómicos. Se trata de estructuras productivas y de políticas económicas que tienden hacia la concentración, que se nutren de ella para su reproducción y que incluso generan pobreza...

Por eso, si se quiere erradicar la pobreza (ese debería ser el objetivo), se precisan otras políticas económicas y nuevos paradigmas de desarrollo. Y esto pasa por redistribuir el ingreso y la riqueza, lo que a su vez determinará nuevas formas de producción y de organización social. Es más, una efectiva y eficaz redistribución alentará un mayor crecimiento económico, al liberar el potencial de inversión humana y material de los sectores empobrecidos. Y para convertir a dicha redistribución en un agente incluso cultural de transformaciones, lo que hay que combatir es al menos la excesiva concentración de la riqueza.

 

[fuente]
http://www.hoy.com.ec/NoticiaNue.asp?row_id=194105

 

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