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Refugiados colombianos

ACNUR

Adital

Quito, 25 de mayo de 2005

El barrio "24 de Mayo" en Quito es un lugar de cuidado. Localizado a tan sólo algunas cuadras de las limpias y bellas plazas, iglesias y museos coloniales del centro histórico de la capital ecuatoriana, por donde cientos de turistas deambulan con sus cámaras fotográficas, este sector es más bien conocido por la prostitución, tráfico de drogas y altos niveles de crimen. Pese a las diferentes campañas de limpieza y ornato que han impulsado las autoridades locales, un olor fétido a basura se respira en la zona.

En este ambiente sórdido viven decenas de familias que han huido del conflicto colombiano y que intentan integrarse en un país que también enfrenta considerables problemas. La caída del ex Presidente Lucio Gutiérrez el mes pasado, luego de protestas masivas en las calles de la capital, por ejemplo, muestra la fragilidad del sistema político ecuatoriano. En los últimos ocho años Ecuador ha tenido siete presidentes.

Pese a las dificultades socio-económicas y políticas del país, un flujo constante de refugiados colombianos se ha producido en los últimos años. Según cifras del gobierno, más de 30,000 personas han solicitado asilo en Ecuador desde el año 2000, colombianos en su mayoría, y cerca de 10,000 han sido reconocidos como refugiados.

Doña Susana* es una de estas personas. Huyó de Cali hace tres años tras ser amenazada por un grupo armado irregular que opera en la región. Llegó a Quito junto a su esposo y dos hijas, que hoy tienen 9 y 11 años. "Este barrio no es el más bonito de Quito," dice. "Me preocupa que le pueda pasar algo a mis hijas cuando caminan a la escuela, pero estamos agradecidos de estar vivos y que nos hayan dado la oportunidad de trabajar."

Gracias a un microcrédito de la "Fundación Ambiente y Sociedad", socio operativo del ACNUR en el país, doña Susana montó su propio negocio de comida. "Preparo almuerzos en la casa y mi esposo los reparte por el barrio en un carrito de madera," explica. "Se nos está haciendo difícil cumplir con todos los pedidos, que no cesan de aumentar. Por eso estamos pensando en comprar otro carrito."

Gracias al programa de microcréditos, cientos de refugiados colombianos han podido iniciar pequeños negocios que incluyen talleres de carpintería, comedores y tiendas, entre muchos otros. Además de ser una fuente de ingresos, estos pequeños negocios permiten que los refugiados recuperen la autoestima y se sientan útiles, facilitando así su integración en las comunidades receptoras.

Para acceder a los préstamos, los solicitantes deben realizar cursos de capacitación en administración de empresas y contabilidad básica. Los cursos permiten que los refugiados fijen sus propios objetivos comerciales, diseñen un plan de negocios y realicen ejercicios de costos.

Muchos de los refugiados y solicitantes de asilo que llegan de Colombia residen en Lago Agrio, un pequeño pueblo localizado en la región amazónica, cerca de la frontera colombiana. Manuel López*, quien llegó a Lago Agrio hace dos años, explicó que tuvo que huir de Colombia debido a la violencia generalizada que se vivía en su pueblo. "Lo único que pudimos traer fue la ropa que teníamos puesta. Nos tocó dormir en el suelo hasta que empecé a preparar salchichas y venderlas de puerta a puerta."

"No ha sido nada fácil," añade. "Se necesita mucho esfuerzo y determinación. Mi esposa y yo hemos trabajado duro, noche y día, para poder lograr nuestra meta: abrir una panadería. Ahora que lo hemos logrado, nuestros hijos tendrán la oportunidad de estudiar y tener una vida mejor. Además, con esta panadería, sentimos que estamos contribuyendo al país, dándole trabajo a los ecuatorianos."

López se benefició de un préstamo con el cual pudo comprar un equipo que necesitaba para la panadería. "Fue una gran ayuda," explica. "Pero sin duda la mayor ayuda fue haber sido reconocido como refugiado. Vivir con el temor de ser perseguido es una experiencia terrible, y no se la deseo a nadie. Te dan 24 horas para salir del país o de lo contrario te declaran objetivo militar."

Según Flor Prado, coordinadora en Lago Agrio del proyecto apoyado por el ACNUR, "los beneficiarios reciben un préstamo de 300 dólares con una tasa de interés muy baja para que puedan abrir un negocio o para que consoliden un negocio que ya tienen. Lo que se busca con el microcrédito es promover la autosuficiencia económica de la población de interés y facilitar su integración en las comunidades receptoras. El 20 por ciento de los beneficiarios son ecuatorianos. Nosotros los ecuatorianos convivimos diariamente con los refugiados y solicitantes de asilo. Debemos aprender a respetarlos, entenderlos y apoyarlos."

Oscar Butragueño, Jefe de la Oficina del ACNUR en Lago Agrio, explica que los refugiados brindan un aporte importante a las comunidades receptoras. "Son fuente de ideas innovadoras," dice. "Por ejemplo, en Lago Agrio nunca se había reciclado plástico, cartón y metal hasta el día que una familia de colombianos refugiados empezó a hacerlo."

"Antes, la gente se reía cuando nos veía recogiendo latas en la calle," dice Teresa Aguilar, quien se benefició de un microcrédito para su proyecto de reciclaje de materiales. Junto a su esposo y tres hijos adolescentes, Teresa se dedica a recoger plástico, aluminio, metal, cartón y cobre para venderlos. "Nos pagan 120 dólares por cada tonelada de hierro, y el doble para cada tonelada de plástico. Ahora la gente ya no se ríe. Al contrario, están empezando a reciclar ellos también".

[fuente]
http://www.adital.com.br/site/noticias/16772.asp?lang=ES&cod=16772

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