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Hablemos de coyoterismo

Alberto Acosta

La Insignia

Quito, 31 de agosto de 2005

La muerte en el mar de un centenar de personas que escapaban de nuestro paraíso dolarizado encendió la discusión sobre la emigración. El tema no es nuevo, está presente desde hace rato; carente, eso sí, de respuestas integrales y de debates profundos. La actual discusión se reduce a condenar la acción de los coyotes o coyoteros y de los chulqueros, los primeros, promotores de viajes comparables a una "ruleta rusa", y los segundos, prestamistas informales que lucran de la desesperación. Su sanción -justa por lo demás- es el objetivo planteado. Lo que me temo es que ni siquiera se conseguirá eso. Además, ni coyotes ni chulqueros son causantes de la emigración. En la cadena de la migración, ellos son el eslabón que hace negocios ilegales con la angustia de las personas compelidas a buscar mejores días fuera del país. En la lista, si se quiere comprender toda la complejidad del hecho migratorio, faltan otros actores, sobre todo aquellos que han provocado y provocan la emigración forzosa. Ellos también son, de manera activa o pasiva, reos de "coyoterismo".

La emigración se nutre de la desigualdad dentro y fuera del país. La escasa o nula movilidad social, que no alimenta las expectativas de progreso, alienta el proceso. La desestructuración económica y social, más que la pobreza, activa la salida. En tanto denuncia silenciosa, la emigración representa una salida política en contra del desgobierno, de la corrupción, de la inequidad, de las instituciones que impiden la construcción democrática de respuestas colectivas. Si a la emigración se la ve como una estrategia de acumulación de activos y de provisión de ingresos para las familias, los bancos, que hoy -en nombre del mercado- se disputan las remesas que envían los y las emigrantes desde el exterior, al negar créditos productivos a amplios grupos humanos, fomentan el chulco y por ende la emigración. También son reos quienes limitan en sus mercados el ingreso de nuestros productos, tanto como quienes obligan al país a sostener un servicio de la deuda externa en condiciones inhumanas. En esta lista caben quienes han pulverizado la institucionalidad jurídica.

Intentar ocultar la situación de desconfianza y desesperación existente en amplios segmentos de la población, que impulsan la emigración, es como tratar de tapar el sol con un dedo. Se puede encarcelar a todos los coyotes, pero si las condiciones no cambian, pronto aparecerán otros. La mejor manera para alentar la permanencia en el Ecuador e incluso el retorno de las personas que se han visto obligadas a salir, es a través de la generación de confianza en el país. Un país en el que se respeten los derechos de las personas, en el que se establezca un esquema económico que aliente la producción y la generación de empleo, en el que las decisiones colectivas se adopten democráticamente, en el que se construyan bases para el logro de una sociedad equitativa y libre, será un país que atraiga a sus habitantes. Antes que pensar exclusivamente en garantizar la seguridad jurídica de los inversionistas extranjeros hay que preocuparse por garantizarla a la sociedad ecuatoriana en su conjunto. Para construir ese país diferente, precisamos hablar sobre el "coyoterismo" en todas sus expresiones.

[fuente]
http://www.lainsignia.org/2005/agosto/ibe_118.htm

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