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¡Constituyente ya, para que se vayan todos!

Alberto Acosta

La Insignia

Quito, 19 de octubre de 2005

Serán los politólogos los que explicarán la metamorfosis del doctor Alfredo Palacio en sus seis meses de Presidencia. Lo que constatamos quienes no lo somos, es que después de haber dado la espalda a los reclamos populares de abril pasado y después de haber claudicado frente a la partidocracia, quien fuera vicepresidente del "dictócrata", contrariando a los grandes partidos políticos, sus aliados de la semana anterior, hoy convoca a una Asamblea Nacional Constituyente. Hasta dónde llegará con su iniciativa, no lo sabemos. Hasta dónde le dejarán llegar los gerentes propietarios de los partidos y sus representantes en el tribunal electoral, tampoco. Lo que cuenta es que con su propuesta abre la puerta para que la sociedad se comprometa con la reforma política. La sociedad puede y debe procesar la reforma sin aquellos padrinos e intermediarios que ahora se rasgan las vestiduras por el riesgo que corre el estado de derecho, al que ellos le han llevado al borde de la inanición.

Una Constituyente, con todos los poderes, servirá para repolitizar la sociedad. No se trata sólo de introducir ajustes más o menos importantes en la institucionalidad política. Está en juego la posibilidad de que la sociedad se apropie de la discusión de los grandes temas nacionales. Para lograrlo, la sociedad tendrá que participar no sólo en la elección de asambleístas, sino que deberá acompañar estrechamente las deliberaciones de la Constituyente para adueñarse de la Constitución y luego presionar para que se cumpla lo acordado. Conjugando el verbo participar, la tarea es apostar por la democracia en serio. Tanto para definir una Constitución, entendida como un proyecto de vida en común, un acuerdo social amplio, elaborado por todos y para todos los habitantes del Ecuador; como para hacer de la democracia un ejercicio normal en la vida política nacional. A través de la democracia activa -con tantas consultas populares como sean necesarias- se tienen que abordar cuestiones cruciales como el TLC e incluso aquellos asuntos que no logren una mayoría calificada en la propia Constituyente. Esta parece la mejor vía para cristalizar el reclamo forajido de "que se vayan todos" los responsables de la debacle nacional.

Lo deseable sería contar con un estatuto electoral especial para la Constituyente, que recoja el sentir ciudadano para renovar la política. Sin esquemas corporativistas, potenciando el voto popular y directo, dicho estatuto debería reflejar por lo menos un esfuerzo de equidad de sexos e intergeneracional, en el que todas las candidaturas, incluso las de los partidos políticos, tengan que presentar las firmas correspondientes para su inscripción. Sin embargo, aún con las tímidas modificaciones en el estatuto electoral propuestas por el presidente Palacio (e incluso sin ellas), la cristalización de la Constituyente es una oportunidad de cambios a ser asegurada con la movilización popular. Eso implica una elevada dosis de responsabilidad de parte de todos aquellos sectores que pretenden una transformación profunda del país. Con respuestas concretas, coherentes y sobre todo unitarias se deberá enfrentar el reto constituyente, conjugando en primera persona de plural la democracia: ¡participemos!

[fuente]
http://www.lainsignia.org/2005/octubre/ibe_067.htm

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