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Movimientos indígenas en países centro-andinos: el porqué de la anomalía peruana

Oscar del Alamo

Gobernanza, #37 (Revista del Institut Internacional de Governabilitat de Catalunya -IIG-)

Barcelona, 23 de diciembre de 2005

Ya nadie discute que los movimientos indígenas se han convertido en uno de los actores estratégicos durante la última década en los países centro-andinos. Asimismo pocos son los que cuestionan ya su capacidad de actuación en el terreno informal (protestas, bloqueos, etc.) o en la arena electoral. Los casos de Bolivia y Ecuador muestran como el ascenso y consolidación de las organizaciones de base étnica es un fenómeno progresivamente sólido y que ha tenido / tiene un impacto tanto en los sistemas democráticos actuales como en los futuros procesos de reforma institucional que se emprendan en la región. Por otra parte, la emergencia de dichos movimientos quita la razón a todos aquellos que habían dado por hecho la desaparición de las identidades tradicionales en la medida que avanzaran los procesos de modernización.

Lo que parece seguir siendo un misterio es determinar por qué en Perú no se ha producido un fenómeno de la envergadura de sus vecinos. Algo relativamente interesante si tenemos en cuenta que los tres países comparten: un pasado histórico común (formaron parte del imperio inca), un mismo espacio geográfico, unas mismas trayectorias durante su historia republicana y, salvando las distancias, una amplia coincidencia en diversos indicadores socio-económicos. En este sentido, Perú ha permanecido como una excepción, como una anomalía que no se ha visto contagiada por las presiones ejercidas desde Bolivia y Ecuador.

Si analizáramos dichos movimientos desde una perspectiva basada en la teoría de los movimientos sociales, necesitaríamos un motivo, una oportunidad y unos medios para explicar su emergencia.

En cuanto a los motivos, podríamos decir que las poblaciones indígenas de los países centro-andinos tendrían motivos de sobra para movilizarse. Tras siglos de exclusión, marginación y abandono, su situación de extrema pobreza y escaso desarrollo parece un argumento lo bastante válido como para decidir organizarse. Son diversos los autores que han tratado de aclarar cuál es el detonante que genera este proceso. Las perspectivas son diversas aunque parece existir un relativo consenso que apunta hacia la llegada de las políticas de ajuste económico en la región como la chispa que prende la mecha. Basta atender a las cifras para comprobar que la llegada de dichas medidas implicó el recorte de créditos y subsidios de los que disponían las poblaciones indígenas (eso si, a cambio de renunciar a su identidad indígena por la campesina) al tiempo que las anteriormente inalienables tierras comunales eran puestas en venta. De esta manera, la incorporación de los mecanismos de mercado rompían los parámetros de la economía basada en la reciprocidad y los indígenas entraban en una espiral de desigualdad que consideraríamos como el motivo para actuar. En otras palabras, tanto el incremento de la desigualdad material como la percibida por las poblaciones indígenas se convertiría en el principal argumento del proceso organizativo.

Paradójicamente, este proceso se produce paralelamente a la llegada de las democracias en la región. Las nuevas democracias no supieron (y hasta ahora lo han mantenido) consolidar mecanismos que canalizaran las demandas indígenas (y que privilegiaran al grupo por encima del individuo como sí se daba en etapas anteriores). Esta circunstancia suponía un incremento a la percepción y situación de desigualdad que por sí sola se generaba a través de formulaciones propiamente económicas.

No obstante, los tres países que analizamos sufren este mismo proceso. Experimentan la llegada de la democracia al unísono así como la implementación de medidas de ajuste y sus respectivos efectos. Pero Perú no contempla un movimiento indígena; algo que sorprende si tenemos en cuenta que la democracia llega antes (1979) que en Bolivia, por ejemplo, o que sus medidas de ajuste fueron más fuertes que las acaecidas en Ecuador. Dicho de otro modo, con la existencia de motivos - incluso más determinantes que sus vecinos,, Perú no contempla la emergencia de un movimiento indígena.

Ello determina que el motivo no es suficiente para explicar el proceso organizativo. Atendiendo a la oportunidad, parece claro que la llegada de las democracias constituye una ventana para contemplar el fenómeno en la medida en que se reduce la tendencia del estado a la represión y se produce un progresivo reconocimiento de los derechos políticos y libertades civiles. Las democracia boliviana y ecuatoriana, a pesar de las inestabilidades, lo ha permitido. Pero en Perú, el conflicto armado interno y la llegada de Alberto Fujimori en segundo lugar parecen haber cerrado este espacio.

Este hecho nos marcaría una gran diferencia que influye sobre los medios. Los diversos especialistas en la materia han argumentado que actores de índole diversa (como las ONGs o las iglesias - tanto católicas como protestantes) han ayudado a construir redes que han permitido: salvar distancias entre comunidades, proveer formación a líderes indígenas y recursos (económicos por ejemplo) para fomentar el proceso. Así se da en Bolivia y Ecuador; pero no en Perú. El conflicto armado impidió que estos actores tuvieran la relevancia que en los otros dos países a pesar de que no puede negarse su existencia en contexto peruano.

Junto a ello, destacar que los movimientos indígenas aprovecharon el legado de las estructuras sindicales derivadas de las reformas agrarias emprendidas entre la década de los cincuenta y los setenta. Estas estructuras fueron sólidas y se desmoronaron progresivamente en Bolivia y Ecuador pero fueron efímeras y cayeron rápida y bruscamente en Perú tras el gobierno de Velasco Alvarado.

De este modo, parecen haberse desvelado los motivos que marcan la diferencia entre los tres países y que aparentemente explicarían porqué Perú es la excepción en relación a sus vecinos.

Pero quizás el tema sea más complejo de lo que ya de por sí es a pesar de la breve simplificación anterior. Vayamos por pasos.

En primer lugar, si atendemos a indicadores diversos, las puntuaciones de los tres países en cuanto al nivel de derechos civiles y libertades políticas es prácticamente idéntico durante la década de los ochenta. Cierto que dichas puntuaciones empiezan a alterarse con la llegada de Fujimori al poder pero antes existe un espacio similar al de Bolivia y Ecuador; la prueba es que Sendero Luminoso y el MRTA sí emergieron. Quizás más que hablar de carencia de espacio de oportunidad podría precisarse que éste fue ocupado y lo que caracterizó al país fue una fuerte polarización ante la que las poblaciones originarias se vieron entre dos fuegos.

Quizás la variable principal que marcaría la diferencia sería la disponibilidad de recursos / redes / medios. Dichas redes se pueden ir tejiendo en etapas democráticas o no a pesar de que en una etapa de transición o apertura política puedan ser útiles a los objetivos de un proceso organizativo y de posterior movilización. Evidentemente el conflicto armado impidió que estas redes progresaran en Perú pero antes de que éste estallara, dichas redes ya se habían fomentado tanto en Bolivia como en Ecuador. La pregunta sería, entonces, la siguiente: ¿por qué no se tejieron estas redes en Perú antes de la década de los ochenta en Perú?

Esto nos lleva a pensar que si bien el conflicto armado ha alterado los procesos organizativos indígenas en Perú no es el elemento determinante para que no se produzca un proceso de organización indígena, de base étnica, en el país. Y, esta misma reflexión nos hace pensar ¿qué hubiera pasado si dicho conflicto nunca hubiera existido? ¿se hubiera producido un movimiento indígena de características similares a las de Bolivia y Ecuador?

La respuesta que damos a estos interrogantes es negativa. El aplicar un modelo de teoría de movimientos sociales nos desvela diferencias entre países pero no explica realmente qué factores inhiben la emergencia de un movimiento indígena en Perú. En otras palabras, es un punto de partida necesario pero no suficiente para encarar en fenómeno. Consideramos que, para ello, hay que tener en cuenta una serie de particularidades que influyen positivamente (o al menos no dificultan) en la emergencia de un movimiento indígena en Bolivia y Ecuador pero que sin embargo la inhiben en Perú.

Estos factores son variados, complejos y se interrelacionan siendo difícil valorar cuál es el más influyente o decisivo. Aún así, consideramos que el tenerlos en cuenta y compararlos a nivel regional es un paso importante para dar explicación a la anomalía peruana. Son los siguientes (aunque pueden haber más dada la complejidad del caso):

  1. Los procesos migratorios. Los flujos migratorios han sido más intensos desde la zona rural peruana hacia la costa (especialmente a Lima) durante la segunda mitad del siglo XX. Bolivia y Ecuador no experimentan un proceso de migración tan severo. En Perú, los indígenas migrantes engrosan la población urbana y construyen una identidad "chola" o "mestiza" abandonando sus rasgos indígenas. De este modo, se produciría la existencia de un fenómeno que podríamos denominar como "desindianización". Bolivia y Ecuador, experimentan el fenómeno aunque no con tanta fuerza. El caso paradigmático es Ecuador ya que las poblaciones indígenas de las tierras altas que migraron a los núcleos urbanos mantuvieron las conexiones con sus lugares rurales de origen, algo de gran importancia para la preservación de la identidad indígena y su cohesión. Tanto los migrantes permanentes como aquellos de corto plazo en las ciudades ecuatorianas siguen en contacto con sus comunidades rurales de origen y siguen considerándose como campesinos o andinos; en otras palabras, los procesos de urbanización y migración no han implicado una pérdida de la identidad grupal. En Perú, al margen de la amplia duración del conflicto interno que ha impidió retornos de los migrantes hacia la Sierra (en Bolivia y Ecuador la migración es más estacional) hay que tener en cuenta el estancamiento de la economía de la Sierra en detrimento del desarrollo acontecido en Lima y en la Costa (este proceso se ha acentuado durante las últimas décadas en las que el patrón de desarrollo regional ha favorecido a la zona de la Costa sobre la Sierra y la Selva) o, incluso, las dificultades de comunicación (causadas por las enormes distancias) desde la capital del país situada en la costa en relación con las tierras altas. La migración hacia la costa peruana es también uno de los efectos derivados de los fracasos de la reforma agraria (1969): muchos campesinos de las tierras altas sufrieron la falta efectiva de redistribución y no gozaron de una superficie de tierra necesaria como para hacer de la tarea agrícola el mecanismo básico de subsistencia; el hecho de que este tipo de problemas no se hayan solventado ha provocado que el flujo migratorio hacia la costa continúe (con ello no asumimos que las respectivas reformas agrarias en Bolivia y Ecuador hayan sido un éxito; al contrario, han tenido serias deficiencias pero ello implica entrar con mayor detalle en esta cuestión).
  2. Las élites intelectuales. A diferencia de Bolivia y Ecuador, uno de los factores que torna peculiar el caso peruano es la inexistencia de una intelectualidad indígena; es decir, de una élite intelectual orgullosa de su identidad "india" y capaz de imaginarse como parte de una comunidad étnica mayor. A diferencia de lo que ha ocurrido en Ecuador y Bolivia, la intelectualidad peruana de origen indígena no asume una identidad india - más aún cuando la educación es vista como una mecanismo para dejar de ser "indio", blanquearse y adoptar el castellano. De allí que en Perú no exista un discurso étnico capaz de ganar audiencia entre las poblaciones indígenas y que los sectores intelectuales de origen indígena no hayan jugado un papel relevante en la emergencia y liderazgo de un posible movimiento.
  3. La extensión geográfica. La menor extensión geográfica de Bolivia y Ecuador sería un factor favorable de cara a la organización y al éxito de las movilizaciones. Mucho más en el caso ecuatoriano que en el boliviano aunque ambos superiores al peruano, tanto en la zona andina como en la amazónica. Por ejemplo, si comparamos Perú con Ecuador, el primero es cuatro veces más grande que el segundo y tiene el doble de población. En la zona andina peruana, miles de kilómetros separan a los diferentes grupos quechuas y el contacto entre las diferentes comunidades indígenas ha estado tradicionalmente limitado de manera que la identidad ha quedado ligada a la comunidad local. En Ecuador esto se produce lo contrario. Las largas distancias en Perú, en comparación a Ecuador, quedan reflejadas en una variación lingüística del quechua mucho más amplia lo que dificulta mucho los procesos de comunicación.
  4. Composición multiétnica y peso demográfico indígena. Otro de los factores que deben tenerse en cuenta en el momento de hablar de la inhibición de movimientos étnicos en Perú es la configuración étnica de los países analizados y el tamaño relativo de la población indígena dentro de las fronteras nacionales. A mayor heterogeneidad pueden surgir mayores problemas de coordinación y, por tanto, un mayor coste en el momento de configurar un movimiento étnico. Perú presenta la mayor cantidad de grupos étnicos de la zona centro-andina. Si bien Perú es el país que, cuantitativamente hablando, presenta la mayor cantidad de población indígena, en términos porcentuales, el peso de esa población es menor que en los casos de Ecuador y Bolivia. Aquí la ventaja de Ecuador sobre sus países vecinos parece clara si tenemos en cuenta que las poblaciones indígenas no se encuentran geográficamente tan dispersas (algo muy evidente en las tierras altas) y no presentan variaciones lingüísticas como las que se detectan en Bolivia y Perú.
  5. Indigenismo. Perú ha contemplado un fuerte movimiento indigenista pero no ha experimentado la emergencia de un movimiento indígena. Por su parte, Ecuador y Bolivia tuvieron débiles movimientos indigenistas y fuertes movimientos indígenas. La actitud paternalista de los indigenistas limitó la posibilidad de los pueblos indígenas de expresarse por ellos mismos y definir su propia situación. En el caso de Perú, lo que puede comprobarse es un fenómeno de apropiación de los símbolos culturales indígenas (aunque básicamente andinos) por parte de la facción indigenista de la intelectualidad blanca / mestiza lo que acaba desposeyendo a las poblaciones indígenas de sus valores y discursos y haciendo muy difícil (o imposible) para ellos usar sus herramientas culturales más valiosas.
  6. La "decepción con la política". En Perú, término "política" produce temor y un sentimiento de ser engañado entre los sectores populares (ello no implica que no se produzca en los otros países). La población indígena, en términos generales, contempla la "política" como sinónimo de poder, corrupción y abuso; unas connotaciones que desincentivarían a la población indígena de la implicación en la política. La etiqueta "política" tiene un significado y es un fenómeno con el que la población indígena no desea vincularse. La mayoría de peruanos sufre una doble decepción en relación a la política en la medida que ni los políticos electos ni los movimientos revolucionarios han cumplido sus promesas. Las elevadas expectativas de la población en relación a la transición democrática en el país se tradujeron en violencia y en una desastrosa crisis económica. Las poblaciones indígenas han adoptado una actitud de prudencia en relación a la política, reforzada por el principio quechua de neutralidad y no implicación; de este modo no emergió un movimiento indígena en Perú porque no se pudo pero también porque no se debía. Con parámetros similares, la situación es totalmente diferente en Bolivia y Ecuador. Basta observar la emergencia de partidos de base étnica en Bolivia (Movimiento al Socialismo -MAS - y Movimiento Indígena Pachakutik - MIP) y Ecuador (Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik - MUPP) y los notorios resultados que éstos han obtenido en la arena electoral; esta situación no tiene paralelismo en Perú.
  7. El grado de "conciencia indígena". Uno de los factores que más preocupa a muchos autores a la hora de hablar de movimientos indígenas es el grado de conciencia de la identidad indígena por parte de aquellos que forman parte de dicho movimiento. El grado de conciencia étnica modela los objetivos, estrategias y relaciones con otros actores. El fuerte sentido en relación a la identidad indígena en Ecuador provoca una evolución diferente en cuanto a demandas y estrategias si lo comparamos con el caso boliviano (a pesar de que las similitudes entre ambos son muchas). Esto ha provocado que el movimiento indígena ecuatoriano goce de una solidez mayor que el boliviano y así se reconozca de manera general por parte de los diversos académicos y expertos en la materia. Además, el caso ecuatoriano destaca sobre el boliviano porque la colaboración entre las organizaciones indígenas amazónicas y las tierras altas ha sido vital para definir al movimiento como explícitamente indígena así como para obtener repercusión y apoyo internacional. La cooperación entre las organizaciones indígenas amazónicas y andinas no ha sido tan sólida ni frecuente en Bolivia. Tanto el caso de Ecuador como el de Bolivia están marcados por las disputas entre las organizaciones amazónicas y andinas; sin embargo, el caso ecuatoriano ha logrado conciliar de manera más exitosa estas diferencias y articular una única confederación (la CONAIE) que agrupa a las organizaciones amazónicas y a las andinas. A pesar de las colaboraciones puntuales que se han producido en Bolivia, el proceso de unificación y articulación que ha tenido lugar en Ecuador no se han producido. Este rasgo es notablemente inferior en Perú.
  8. Guerrillas y vínculos con el narcotráfico. Uno de los motivos por los que consideramos que no emerge movimiento indígena en Perú deriva del conflicto armado interno que tuvo como protagonista a Sendero Luminoso. Sin embargo, Perú no es el único país que contempla el actuar, dentro de sus fronteras, de grupos terroristas. Éstos también se manifiestan en el caso boliviano con el Ejército Guerrillero Tupak Katari (EGTK). El EGTK inicia su organización en 1982 (un par de años después del primer ataque de Sendero Luminoso en Perú), liderado por Felipe Quispe, a través de la ruptura con el Movimiento Indio Tupak Katari (Mitka); en 1987 se denomina Ayllus Rojos y el 23 de junio de 1991 se inician las acciones armadas. Fundamentalmente, en el EGTK participan campesinos aymarás - el grueso de Sendero Luminoso estaba formado por campesinos de las tierras altas - aunque también destacaba la presencia de no-indígenas. Básicamente aquí encontramos una diferencia clave con Sendero Luminoso; si bien en él participaban campesinos indígenas, sus intereses nunca fueron tenidos en cuenta, su identidad nuca representó uno de los estandartes del ideario guerrillero y, es más, se convirtieron en las principales víctimas de las hostilidades que derivaron de su lucha contra el Ejército. En este sentido, el EGTK, a diferencia de Sendero Luminoso, aparece ligado a las comunidades indígenas, respondiendo a los reclamos de los sectores más desprotegidos, especialmente de los mineros y del campesinado. De este modo, si bien Perú y Bolivia han contemplado la presencia de acciones de terrorismo promovidas por guerrillas, el impacto de éstas ha sido mucho más devastador en el primero de los países mientras que esto no sucedió en el segundo. Por este motivo, no puede afirmarse únicamente que la presencia de acciones de terrorismo inhiba la emergencia de movimientos indígenas; debe tenerse en cuenta que el terrorismo peruano fue marcadamente anti-indígena mientras que el boliviano si bien no puede calificarse totalmente de pro-indígena claramente no fue anti-indígena. En Ecuador, a pesar de que puede hablarse del fenómeno de las guerrillas no tiene la trascendencia que presenta en Bolivia y Perú. Así mismo, una de las mayores diferencias entre ambas organizaciones recala en la duración de sus acciones. El EGTK fue desarticulado con mayor rapidez y más facilidad que SL. Este hecho, denota la diferencia de consistencia entre ambos pero, a la vez, revela que gran parte de la solidez de SL provenía de factores que no se detectaban en el EGTK. Básicamente, estamos hablando de la industria del narcotráfico: las actividades de Sendero Luminoso se han financiado gracias a la industria del narcotráfico.
  9. Lima: centro de represión de identidades. Varios autores han subrayado el papel de Lima como centro del poder colonial y que, como consecuencia de esta centralidad, los procesos anti-indígenas, fueron y subsisten mucho más cruentamente que en la periferia de ese poder colonial (en ciudades como La Paz y Quito). Las experiencias virreinales punitivas se tradujeron en cientos de casos de sublevación indígena que desde Lima se tuvieron que "pacificar". Estas acciones (políticas y militares) forjaron en Lima y en Perú una memoria histórica e institucional cargada de métodos y sistemas para develar las rebeliones, iniciativas, acciones y organizaciones indígenas rebeldes. De este modo, en Perú, en todas las instituciones del Estado, "flotan" aun todas estas sutilezas. Estos mecanismos serían otro argumento válido para explicar porqué en Perú, hoy día, existe tanta dificultad para organizar y desarrollar algún movimiento indígena "representativo" o, al menos, visible. Varios estudiosos han señalado que una de las razones por la que los pueblos indígenas peruanos de las tierras altas no muestran su orgullo identitatrio se debe a que estuvieron más reprimidos y marginados por el poder colonial que las poblaciones bolivianas y ecuatorianas; así, en contraste con Ecuador y Bolivia, donde ciertos grupos siguieron estando privilegiados durante el periodo colonial, la nobleza indígena fue completamente destruida. Asimismo, en contraste con Quito y La Paz, Lima es una ciudad colonial organizada y estructurada en oposición a los Andes y la población indígena. En contraste con Lima, Quito y La Paz fueron ciudades indígenas antes de la conquista española y situadas en plena zona andina. Esta localización provoca la posibilidad de que las poblaciones indígenas en Bolivia y Ecuador consideren la capital del país como su propio territorio, algo que no sucede con Lima que es contemplada como una ciudad ajena a dichas poblaciones.
  10. El proceso de "mestizaje". Es necesario considerar como factor explicativo el proceso de desaparición de lo "indio" en los niveles inferiores de la pirámide social peruana. El fenómeno de desaparición de los "escalones inferiores" de la pirámide étnica peruana, habría ocurrido debido a la fuerte carga peyorativa de la palabra "indio", por lo cual los propios indígenas habrían eludido ser considerados como tales. Un proceso que también se manifiesta en Bolivia y Ecuador aunque con una intensidad menor. De este modo, en la medida en que las fronteras de la "indianidad" se fueron difuminando - al menos en el plano del lenguaje visible - fue desapareciendo la identificación y autoconciencia étnica, la cual fue reemplazada mediante la búsqueda de educación, tierra y otro tipo de identificaciones no indias. Por otra parte, aquel rasgo que diferencia a Perú de sus países vecinos en lo que a identidades originarias se refiere es que Perú mantuvo la idea de que los indígenas eran diferentes y no podían ser completamente asimilados. En el plano nacional, Perú no ha propagado un discurso de construcción del estado-nacional de mestizaje en claro contraste con Bolivia y Ecuador; simultáneamente Perú ha tratado de eliminar la identidad indígena como categoría política al tiempo que mantenía los límites étnicos. A diferencia de los otros casos, el mestizaje nunca fue una política estatal oficial; si bien los indígenas eran considerados como inferiores no se produjo ningún esfuerzo para asimilarlos a la nación peruana como mestizos. En Bolivia y Ecuador, los esfuerzos nacionales de cara a la asimilación - con promoción de los programas de alfabetización en español (más que los bilingües), los programas de mestizaje y modernización, etc. - politizaron a un grupo de líderes indígenas que rechazaron los esfuerzos de asimilación forzada y la idea del mestizaje como futuro del estado-nación. El que en Perú "nadie quiera ser indio" no significa que las identidades indígenas hayan desaparecido sino que han quedado relegadas a un segundo plano permaneciendo "escondidas y latentes".
  11. La clase media indígena. En el caso ecuatoriano sobretodo es destacado el papel de una emergente burguesía indígena en el impulso de los movimientos de base étnica. Este factor no es tan notable en Bolivia y es inexistente en Perú. Por ejemplo mientras la clase media indígena en Ecuador continúa identificándose con los sectores empobrecidos e impulsando económicamente los movimientos, la población indígena de las tierras altas peruanas que "asciende" a la clase media tiende a "olvidar" sus raíces sin presentan ningún tipo de ansiedad por afirmar su identidad indígena. La población mestiza peruana rechazó la etiqueta "indígena" como sinónimo de pobreza aunque no rechazaron la cultura indígena. Para el caso peruano, la aparición del "indígena mestizo" no significa el resultado de la mezcla de razas sino que se asocia con aquellos habitantes que tienden a practicar la cultura indígena (ya sea de una forma u otra) pero que han evitado la pobreza, han recibido formación y se encuentran en una posición socioeconómica más confortable. En la medida en que los mestizos rechazan su "indianidad" (pero no su cultura indígena) no se muestran dispuestos a liderar un movimiento de base étnica. De este modo, parte de la responsabilidad de que la identidad indígena en Perú haya permanecido despolitizada públicamente recae en potenciales liderazgos indígenas (tanto económicos como intelectuales) que no se identificaron como tales.

Este conjunto de factores influyen a la hora de razonar sobre el por qué hay movimiento indígena en Bolivia y Ecuador pero no en Perú. Pero a pesar de que nos preocupamos en establecer una explicación que ofrezca motivos para explicar las diferencias entre países, algunos autores no dudan en afirmar que el movimiento indígena peruano está en Bolivia y Ecuador. Esta es la mejor forma de decir que el movimiento indígena debe ser analizado como un solo proceso a plano regional andino y no por segmentos, pues Perú, Ecuador y Bolivia para la conciencia indígena siguen siendo parte de una sola formación social que otrora conformaba el territorio del Tahuantinsuyo.

A pesar de este tipo de opiniones y de los rasgos comunes entre los países analizados, hemos desvelado diferencias en diversos aspectos que consideramos determinantes en la conformación o no de los movimientos indígenas en la región andina. El conjunto de factores mostrado no hace más que desvelar la compleja realidad de los países centro-andinos que dificultan explicaciones sencillas sobre fenómenos igualmente complejos como los movimientos indígenas.

[fuente]
http://www.iigov.org/index.drt

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