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El TLC después de la Ronda de Guayaquil

Red Colombiana de Acción frente al Libre Comercio y el ALCA (Recalca)

Bogotá, 16 de junio de 2005

¡Qué renuncien!

El ministro de Comercio, Jorge Humberto Botero, y el jefe de las negociaciones, Hernando José Gómez, parecen voceros del equipo norteamericano y no del colombiano. No han dejado de repetir que, bajo cualquier circunstancia, hay que firmar el TLC, sin importarles cuál sea el desplante o exigencia que hagan los norteamericanos. En cambio, ignoran las voces críticas y de oposición en Colombia. La ronda de Guayaquil fue una nueva y vergonzosa corroboración de lo anterior. Por tanto, han perdido toda legitimidad como negociadores.

Para este equipo "negociador" la victoria consiste en que se firme cualquier cosa y a quienes se manifiestan en contra los califican de voceros de intereses egoístas. Según ellos, quien defienda el Tratado defiende los intereses generales del país. No les importa que se haya comprobado hasta la saciedad que los verdaderos beneficiarios del TLC son la cúpula dominante en Estados Unidos encabezada por sus multinacionales, unos pocos exportadores y los grandes importadores. Los perjudicados son el resto, comenzando por el Estado colombiano. Su táctica "negociadora" se sustenta en esta falacia de los "intereses generales" que, en las circunstancias que rodearon la ronda de Guayaquil, ha quedado definitivamente al descubierto.

Dos días antes de la ronda, el ministro Botero consideró que la crisis que llevó a varios gremios agropecuarios a plantear no asistir a Guayaquil, se superó satisfactoriamente pues el gobierno mantuvo tanto el apoyo del sector privado como el hilo de las negociaciones con Estados Unidos. De la crisis, según el ministro, salió la definición de una metodología de intercambios recíprocos en el campo agrícola y la consolidación de la dinámica de la negociación en los temas fito y zoosanitarios, sobre los cuales se avanzaría en Guayaquil. El gran "logro" inmediato de la crisis fue una fecha cierta, tres días a partir del 11 de julio, para la negociación agropecuaria bilateral. Al iniciar la ronda, Botero señaló que el gobierno estaba dispuesto a pagar el costo político de firmar el tratado y que las negociaciones debían terminar mucho antes de septiembre. Después de llamar a persistir en ellas "contra viento y marea", para calmar a los gremios ofreció en compensación de las pérdidas por la eliminación de aranceles, y sin tener de dónde sacar la plata, subsidios directos que serían repartidos "en forma justa y eficiente" por el gobierno y el Congreso. El ministro Botero sobresale, pues, como el más fanático defensor del TLC, mientras que Hernando José Gómez, a quien contrataron para lograr un tratado y no para defender los intereses del país, cumple su función reiterando, después de cada ronda, que todo marcha de acuerdo a lo previsto. Y, sin embargo, en Guayaquil fue evidente que ni siquiera podían cumplir las mínimas promesas que le hicieron a los gremios descontentos.

En efecto, como el TLC que se firmará será a la medida de las exigencias norteamericanas, se sabe de antemano cuál será el desenlace, de modo que los "avances" se miden en realidad según la proporción en que las posiciones se acercan a las estadounidenses. La situación fue tan gris que hasta los más fervientes defensores del tratado señalaron que los avances en la ronda fueron marginales y predominó el cansancio y el pesimismo, con el consuelo de que, por temprano, las negociaciones terminarían en septiembre. Las promesas quedaron en veremos: Estados Unidos no asistió a la mesa de medidas sanitarias y ni siquiera avisó que incumpliría la cita. El negociador colombiano, cubriéndole la espalda a Estados Unidos, señaló que esto era comprensible pues no tuvieron tiempo de estudiar la propuesta colombiana y que bastaba con la oferta de una respuesta el 24 de junio. Sin embargo, el negociador gringo adelantó su sentido: dentro del TLC no debe quedar un grupo de trabajo permanente y con dientes sobre medidas sanitarias, ni se aceptarán las evaluaciones de riesgo hechas por los andinos; si acaso, podría hacerse una especie de compromiso fuera del texto. Sería bueno ver qué dicen ahora los gremios interesados en el famoso "acceso real" al mercado norteamericano. Los negociadores parecen quedar satisfechos con que haya reuniones y fechas, así sea para recibir desplantes y nuevas exigencias. Estados Unidos no ha propuesto nada distinto a lo del primer día, pero los andinos y especialmente Colombia los asedian con sus concesiones y a esto tienen la caradura de llamarlo negociación. Estados Unidos no ha ofrecido todavía siquiera lo que ya se tiene en el ATPDEA y siguen como rehenes las flores, el atún, los espárragos, como quien dice que los andinos están obligados a pagar el rescate que Estados Unidos exija.

En la ronda no se trató propiedad intelectual, compras estatales, telecomunicaciones, etc. La próxima reunión agrícola bilateral con Colombia será el 11 de julio en Washington y la ronda general el 18 del mismo mes en Miami e intentarán culminar el tratado en septiembre en Washington. (En agosto no habrá negociación). Regina Vargo, por su parte, anunció que hubo consenso sustantivo en muchas mesas y que se está discutiendo apenas el lenguaje. Cuando Estados Unidos apura lo que quiere decir es que cedan rápido; impone el ritmo de ofrecer lentamente el ATPDEA, pero exige claudicación veloz. El mensaje ha sido claro: ríndanse sin tanta gambeta. Las definiciones sobre asuntos cruciales quedarán para las instancias políticas. Esto es lo más grave: Uribe tiene la decisión de firmar y "pagar el costo político". Con "Don Berna" pedido en extradición y con los cuestionamientos a su política de paz con las autodefensas, Uribe, para mantener el apoyo norteamericano, debe protagonizar una arrodillada espectacular.

Las divisiones aumentan entre los andinos. En esta ocasión afloraron en el tema de normas de origen, pues Colombia y Estados Unidos se aliaron para romper la cadena algodón-confecciones al proponer un origen abierto de los insumos para confecciones (fibras para vestidos de baño y ropa interior). Perú anunció su apoyo a la propuesta norteamericana sobre salvaguardias. Entre tanto, altos funcionarios de Estados Unidos reiteraron que firmará con quienes "estén listos"; que quienes pidieron la negociación fueron los andinos y ya sabían los modelos que EEUU tiene para estas negociaciones; por ejemplo que los plazos para los productos sensibles son 10 años. He ahí la razón de la división, la competencia entre los países para calificar entre los "listos". Ecuador, por su parte, llegó con dudas, aclarando que se propone revisar los compromisos adquiridos en rondas anteriores, para pedir inútilmente un tratamiento preferencial, solicitud que EEUU respondió de manera tajante: si no se lo dieron a Honduras o Nicaragua, menos a Ecuador. Que para prepararse para el TLC están los planes de apoyo a la competitividad de sectores y los préstamos de la banca multilateral. Como si fuera poco, a pesar de que Ecuador llegó con el mismo jefe de negociación de todas las rondas anteriores, su equipo fue cuestionado por EEUU porque, a juicio de ellos, su composición era inconveniente. La lógica de las concesiones abarcó diversos aspectos sin obtener nada a cambio. En remanufacturados los andinos querían aceptar que se consideraran como originarias de la región las piezas reparadas con insumos de terceros países a cambio de que USA desistiera de llevar ropa, calzado, llantas y vehículos usados. En otros casos, incluso se retrocedió: con Ecuador la mesa de cooperación que estaba cerrada se reabrió pues los gringos no estaban satisfechos con el uso de la cooperación anterior y la débil institucionalidad.

La protesta popular continúa, crece el reclamo de que se consulte a la población e incluso voceros de sectores empresariales señalaron que la ronda fue inútil y que ha debido posponerse. Sólo las cabezas del equipo colombiano postulan progresos y agachan la cerviz. ¡Qué legitimidad pueden tener! Deben renunciar y no someter al país a este proceso inicuo y humillante.

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