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Carta abierta al presidente Rafael Correa sobre la Cultura en el Ecuador

Quito, 30 de julio de 2009

El cambio

Tomamos en serio la promesa de transformación, necesidad y posibilidad de la sociedad ecuatoriana. Ninguna transformación llega a acontecer sin una intervención radical y profunda sobre la cultura, sin que se subviertan los hábitos de pensamiento, el ángulo desde el que observamos, interpretamos y enjuiciamos la realidad y ejercemos nuestra capacidad de vivir. La revolución rusa, la cubana, la china, la misma revolución liberal ecuatoriana quizá no han tenido lugar en un sentido cabal, pese a los registros de la historia política; la falta de realidad de esas revoluciones se debe a que preservaron substancialmente inalterado el mundo de la vida y sus valores en las sociedades que pretendían transformar. Sin una transformación cultural no hay verdadero cambio en una sociedad.

El ministerio

La creación del Ministerio de Cultura fue esperanzadora. Su existencia y su dotación presupuestaria, nos mantiene viva la fe. Sin embargo, ni en el acto de su creación ni en el despliegue inicial de su actividad ha sido posible reconocer planteamientos que respondan a las necesidades culturales reales de la sociedad ecuatoriana, secularmente ignoradas. Pese al carácter estimulante de las primeras iniciativas, la actividad del Ministerio de Cultura resulta al fin y al cabo decepcionante, por convencional y limitada, y, además, centralista. El Ministerio parece entender que su campo de acción preferente es la llamada alta cultura: literatura, teatro, cine de arte, fotografía, danza, pintura, música orquestal...: premia proyectos, incentiva publicaciones, auspicia eventos académicos, tendiendo a satisfacer necesidades culturales de una minoría de la población. La noción elitista y letrada de la cultura que prevalece en los países metropolitanos parece haber sido adoptada por el nuevo Ministerio de Cultura, lo que tiene como consecuencia que se postergue o abandone la obligación democrática de atender los derechos culturales de la mayor parte de los ciudadanos, de la población popular urbana y rural, de los indígenas de la costa, la sierra y el oriente, de la población afroecuatoriana...

Creemos que se puede y se debe fomentar un renacimiento de la alta cultura ecuatoriana. Las obras de ésta en sus más altos logros, en sus versiones más creativas, pueden llegar a convertirse en un lugar de concreción y concentración de la experiencia espiritual de una sociedad, y ofrecer así importantes aportes para la vida espiritual de todos. No obstante, hacer de la alta cultura el eje de la política cultural del gobierno, y aproximarse a la cultura popular sólo con los métodos de esa cultura de élite, de modo azaroso y precipitado, como ocurre ahora, o mejor planificados, como podría hacerse desde una gestión de calidad superior, sería, y es, reincidir en una actitud que ha compartido responsabilidad con la economía y la política en el desastre nacional.

Una nueva cultura

Una transformación cultural excede el ámbito y las capacidades de un Ministerio, y tal vez sólo pueda ser afrontada por un gran Frente Educativo-Cultural con un liderazgo afianzado, que sea capaz, por su competencia y orientación, de desarrollar una verdadera acción contracultural, de volcar su trabajo en las más altas necesidades de la vida anímica y espiritual de las mayorías, fomentando las culturas locales y la cualificación y capacitación de los artistas, y rompiendo viejos hábitos discriminadores y viciados circuitos clientelares.

Reconociendo que la realidad histórica de la conquista española nos puso en la órbita cultural europea, una política cultural de cambio debería emprender una revisión crítica de las bases de la cultura occidental. Valores y nociones de la educación colonial, de la cultura greco-romana, la cristiandad feudal y medieval, la filosofía de la Ilustración, la ideología del progreso, la actividad del comercio, la industria y el capital financiero, han conformado una gran masa cultural hereditaria que ha envenenado nuestra vida progresivamente. Ahora debemos ser capaces de enjuiciar esas tradiciones y declarar un beneficio de inventario, eligiendo de qué queremos seguir siendo herederos, qué aceptamos y qué repudiamos del legado que Europa y Occidente entero ofrecen a la humanidad. ¿Qué valores, qué nociones, qué conquistas, qué nombres, qué símbolos han de estar vigentes en nuestra vida presente y futura, y cuáles no? Si permitimos que la cultura ecuatoriana continúe siendo lo que ha sido hasta ahora, repetitiva según las pautas de la cultura occidental, consagrada, ésta, a la creación de individuos egoístas; si no somos capaces de enjuiciar toda la historia cultural, sus metodos y sus fines, no habrá cambio y no habrá una nueva sociedad, cualesquiera que fueren las modificaciones que se produzcan en la economía y la política.

También de la tradición de las culturas ancestrales ecuatorianas debemos hacer una revisión crítica, con la misma finalidad: la realización de un inventario que determine qué herencia aceptamos y cuál repudiamos.

El estudio de los errores culturales de los procesos de cambio precedentes en la historia son asimismo necesidades cruciales de una política cultural nueva. Dogmatismos, autoritarismos, culto a la personalidad, machismo, homofobia, anticlericalismo...deben estar desterrados de nuestra vida gracias a un verdadero cambio cultural. Sin esta operación tampoco habrá una nueva sociedad.

Señor Presidente, apuntar a una cultura que afronte los desafíos de la vida entera, de la integridad de lo humano de toda la población, y no sólo de una parte de ella, debe ser, creemos, la meta de la política cultural del gobierno y del Frente Educativo-Cultural que proponemos. La tarea es la sustitución de la cultura individualista del silogismo, el poder, la jerarquía, la exclusión, el interés, el lucro, el triunfo, la dominación, de todo elemento cultural que provoque sufrimiento, por otra que tenga como meta el bien común, la solidaridad, la reinvención de lo humano.

  • Mario Campaña, escritor
  • Matilde Ampuero, crítica de arte
  • Marco Alvarado, pintor
  • Jorge Martillo, escritor
  • Luis Carlos Mussó, escritor
  • Edwin Madrid, escritor
  • Tony Balseca, escultor
  • Bertha Díaz, periodista cultural
  • Carlos Rojas, escritor
  • Carlos Calderón Chico, historiador
  • María Leonor Baquerizo, escritora
  • Sonia Manzano, escritora

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